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MARTES DE CENIZA

"EL BAR DE LAS GRANDES ESPERANZAS"

"EL BAR DE LAS GRANDES ESPERANZAS"

Esta novela se publicó hace dos años. La había escrito un corresponsal de Los Ángeles Times premiado con el Pulitzer, un tipo, según dicen, guapo y exitoso. La portada reinaba en el escaparate de todas las librerías, una imagen atractiva de un chavalito pecoso de ojos claros rezumando ambiente setentero.

La dejé pasar por lo de siempre, los grandes bombazos editoriales me abruman o acobardan.

Pero desde las estanterías de una de las mejores bibliotecas del mundo que es la de mi barrio volvió a mirarme el chiquito aquel, era otoño y permanecía la certeza de unos ingredientes que conmigo funcionan cual caballo ganador: la infancia, una familia compleja, unas relaciones intensas, una localidad pequeña, con mar, con bar... uno de esos bares que son el epicentro de todos los seísmos, las celebraciones y las angustias, un refugio imperecedero a través de los tiempos. Y me lo llevé bajo el brazo.

"J.R. creció con su madre, pues su padre los abandonó cuando J.R. no había pronunciado su primera palabra. Él, sin embargo, sabe quién es su padre: un DJ de Nueva York que tiene un programa de radio y cuya voz J.R. escucha con la oreja pegada al aparato. Hasta que un día la voz desaparece del aire y J.R. se queda sin nadie a quien escuchar. Encontrará refugio en el amor de su madre y en el Dickens, el bar de su barrio, un sitio donde poetas, policías, apostadores, soldados, boxeadores y estrellas de cine tienen una historia que contar. Allí, entre todas esas voces que lo cautivan como en un sueño, J.R. podrá darle voz a su propio destino y podrá forjarse, también, una identidad. Conmovedor y emocionante, firmado por un premio Pulitzer, El bar de las grandes esperanzas es un libro hermoso que puede leerse como una novela de aprendizaje o como una historia apasionadamente sincera y real."

Desde el principio esta biografía novelada tiene una estética impecable, es una historia absolutamente hermosa, bien contada, trabajada a conciencia y  entrañable.  No sé cómo lo consigue el autor (la nostalgia en su justa medida, la búsqueda de un lugar propio, un padre ausente que el inconsciente y la necesidad buscan en otros hombres y en otras voces, la magia irresistible de los perdedores literarios, los vínculos que proporciona un refugio seguro, la poesía, el acohol, los cambios generacionales... todo sin prejuzgar, ordenado meticulosamente) pero la emoción al borde de la lágrima te atrapa desde la primera a la última página. No me refiero a la emoción fácil, la resultante de una suma de factores exactos, no, sino a la conexión que se establece con la piel, con la propia intimidad, por una serie de pequeños matices comunes a cualquier alma.

Los personajes, totalmente cinematográficos, amparan a J.R a lo largo de toda su trayectoria, desde su nacimiento en 1965 hasta el fatídico atentado contra las torres gemelas... hechos que son la partida y el punto y seguido de una narración global, basada en un aprendizaje permanente, en la necesidad de ser alguien no heredado, pero fragmentado, porque también somos la huella de quienes nos transitaron.

La importancia de los bares (en este caso un típico bar-restaurante en una población reducida cercana a Nueva York) y de quienes los dirigen (Steve y su encantadora sonrisa a la que el protagonista compara siempre con la del gato de "Alicia en el País de las Maravillas"), los ritos iniciáticos, el valor, las costumbres, las apuestas deportivas... todo forma un entramado donde no cabe lo invisible.

Y la importancia de los finales, de los ciclos que acaban aunque no queramos y nos parezca imposible que puedan terminarse.

Porque nada es eterno y a veces es verdad que lo que no te mata te hace más fuerte, o mejor superviviente.

Creo que es un hallazgo de libro, creo que redunda en un tema típico en el que cientos de autores han recalado: un bar y sus gentes como reflejo social e identidad (una dentro de sus paredes, otra fuera, menos auténtica, quizás, menos segura), pero contado de una manera que lo convierte en especial y genera un escenario íntimo, afectivo y cálido.

Dos años después de estrenarse, "El Bar de las Grandes Esperanzas" fulmina mis prejuicios (cómo otras obras que también lo logran) contra la pompa y el boato de algunos best-sellers.

Suelo repetirme que debería reconducir esta manía... pero llevamos tantos años juntas...

 

 

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