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MARTES DE CENIZA

MEMORIAS AHOGADAS

MEMORIAS AHOGADAS

Esa editorial que me cautiva, "Pepitas de Calabaza", la que tiene, según sus propias palabras: menos proyección que un Cine Exin, continua la línea de publicar (nunca de cualquier manera, sino con cuidado, con respeto y con mimo) lo que considera imprescindible, aunque guarde escasa relación con lo publicado por parte de las grandes editoriales.

Encargarles un libro y que al día siguiente lo tengas entre tus manos, envuelto en papel de embalar y con la dirección escrita a mano. Un libro que huele a libro, nuevecito, bien encuadernado... no tiene precio.

Después de los relatos de despoblación y la narrativa de las bomberas forestales se siguieron viniendo arriba con esta publicación cuya portada ya insinúa, como un buen augurio, bueno y triste al mismo tiempo, porque hay cosas que no pueden ser de otra manera y contienen esa dualidad: "Memorias ahogadas", de Jairo Marcos y Mª Ángeles Fernández, un documento histórico, un documental, biográfico, extenso, detallado, narrado por testigos, por vencedores y vencidos, por perdedores todos, ellos y ellas, que dejaron atrás su tierra, sus muertos, sus escuelas, absolutamente devastados y obligados por un Estado dictatorial e inhumano que decidió (y nada se le puso por delante) anegar con pantanos y embalses cientos de poblaciones, arrasar campos, negocios, árboles frutales, raíces de muchas personas que ya no pudieron, no quisieron, no supieron ser de otra parte, renacer, por imperativo legal, en otra parte.

De norte a sur y de este a oeste quedan supervivientes explicando lo mismo, el lenguaje de lo arrebatado es idéntico en todas partes, no es lo mismo emprender un viaje por decisión propia que verse obligado al exilio.

El interés de las hidroeléctricas, los grandes poderes contra los que no se puede luchar aunque de mil maneras se haya intentado, las firmas de quienes tienen el valor y la conciencia para decidir sobre las vidas de los demás... múltiples factores empujando en una sola dirección convirtieron rincones de nuestra geografía en cementerios inundados, historia sumergida, a cambio de una construcción escasa, un huerto y poco más en pueblos de colonización, pequeños campos de concentración a los que las familias llegaban asustadas, cargadas de pasado y desconociendo su futuro más próximo, pero deslomándose a trabajar desde el primer día, qué otra cosa podían hacer si pretendían subsistir.

Los autores han recorrido caminos, recogido información meticulosamente, han apostado por una temática y una forma de narrativa poco frecuente pero absolutamente necesaria.

Socialmente estamos en deuda con todas aquellas personas despojadas de su lugar en el mundo, violentadas, invisibles. Les debemos, al menos, el hecho de conocer y la obligación de empatizar.

Los pueblos inundados generaron una historia de desalojo heredada de madres a hijas. Hay quien ha querido seguir con el testigo como hay quien ha preferido el silencio, no volver la vista atrás, aunque los ojos sean una cosa y la mirada otra.

Los coletazos de todos aquellos desahucios perduran hasta nuestros días, todavía hay quien espera una respuesta, asumir la responsabilidad, reconocer la injusticia cometida, aún sabiendo que ya no llegarán, pero que deberían hacerlo porque se harta uno de que siempre terminen perdiendo los mismos.

No podemos imaginar lo que sufrieron, qué pensaron, por cuantas fases pasaron hasta comprender que jamás volverían, que nunca más aquel recodo al sol, salir a la pizarra, hornear el pan, asistir a misa de doce.

Por no hablar de quienes emprendieron viaje habiendo sido expropiados sus medios de vida para nada, porque el agua no cubrió las casas, el pantano, finalmente, no alcanzó las poblaciones, dejándolas expuestas a la intemperie y la precariedad como esqueletos de los que burlarse.

"Memorias ahogadas" no es un libro triste, anciano, pasado de moda o revanchista, al contrario, es una narrativa actual, ser consecuentes con la memoria nos permite avanzar socialmente, aprender, tener una información privilegiada.

Es un libro necesario, mucho más para las personas que no nos vimos afectadas. El ejercicio empático y emocional al que te obliga te humaniza.

Creo que nos hace mejores a todos y a todas.

"CUESTIÓN DE DESPEDIDA"

"CUESTIÓN DE DESPEDIDA"

“Decidme, sí, decidme,
-aunque no pueda oírlo,
aunque nunca lo crea -
que nada ha terminado.”

(José Agustín Goytisolo)

 

Ahora,

que se me va muriendo la gente

como quien escribe

el punto final de un poema,

tengo prisa.

 

Aquello

que leí entre líneas,

las fotografías veladas,

el sol

derramándose en la arena,

las palabras precisas,

desencadenadas,

el salitre…

 

Nada

era trivial ni momentáneo.

 

Balas

incrustadas en los muros.

Sombras verticales.

Heridas y pozos.

 

La vida es líquida.

Tiene,

como el cuerpo humano,

un alto porcentaje de agua.

Se obsesiona

con meter los pies en la orilla de un río

y sentirlos livianos.

 

No pasa nada,

nada,

nunca pasa nada,

decían.

 

Desviar la mirada

no te convierte en invisible.

 

Ahora tengo prisa

y el corazón desbocado,

porque se me muere

la gente entre las manos

y me faltan veces

y no está todo dicho.

 

La soledad ya no me impacta.

 

El silencio

es una cuestión de despedida.

"SOÑAR COMO SUEÑAN LOS ÁRBOLES"

"SOÑAR COMO SUEÑAN LOS ÁRBOLES"

Sinopsis:

Las vidas de Gloria Felipe y de Nuria Valencia se entrelazan en torno al robo de una niña pequeña que conmociona a la capital mexicana en la decada de 1940. Por medio de una narradora que (en sus propias palabras) "no canta mal las rancheras", somos testigos de la batalla de los Miranda Felipe por recuperar a la menor de sus integrantes y de la crianza angustiosa de los Fernández Valencia para salvar a su propia niña de un peligro potencial que la policía no ha podido frenar y los medios reportan con el tono de un thriller.

Es México, con sus características, su estructura socioeconómica y cultural, su lenguaje. Pero podría ser cualquier otra parte del mundo, en cualquier otro momento y la historia volaría como lo hacen las palomas mensajeras, instalándose en el cuerpo vulnerable de cualquier mujer.

Considero determinante el factor género para sentarse a leer esta novela, que comienza como un drama llevadero, de narrativa ágil y sencilla, un argumento centrado en el robo de niños-as, en ocasiones una novela negra: policía, medios de comunicación, dinero... parece que todo encaja sin complicación, sin exponernos demasiado, hasta que, sutilmente, atravesamos el espejo, y estamos ahí, en escenarios que no imaginábamos, comprendiendo lo que cuesta admitir.

Brenda Lozano (CDMX, 1981) nombrada una de las mejores escritoras jóvenes de América Latina, nos plantea un entramado de herencias patriarcales adherido a la piel de las costumbres, de la historia, del conservadurismo atroz.

Sin dejar de tener en cuenta el hecho criminal no podemos juzgar la parte por el todo.

La segunda parte de la novela transcurre en una prisión, dónde un grupo de mujeres invisibilizadas y una obra de Lorca (Yerma)  conforman un propósito, un deseo, una colectividad, permitiéndonos comprender que no hay cristal sin aristas ni verdad absoluta, ni destino inquebrantable.

"Soñar como sueñan los árboles" es pedagógica, cruel, hermosa, triste, alentadora, despiadada, concéntrica, sagaz... una mezcla de ingredientes cocinados a fuego lento para obtener un resultado inquietante y conmovedor.

Una buena historia donde el amor y el deseo tampoco mueven el mundo, pero lo hacen diferente, hasta en sus partes más oscuras.

"LOS INGRATOS"

"LOS INGRATOS"

Pedro Simón (Madrid, 1971), autor de "Peligro de derrumbe" (2015)  y de la absolutamente magistral "Los incomprendidos" (2022), ganó el Premio Primavera de Novela 2021 con "Los ingratos", novela que me ha conmovido provocándome el nudo, ese nudo en la boca del estómago que deja marca, porque te revuelve las tripas investigándolas, las desordena, obligándote a mirarlas, a descubrir qué tienes ahí dentro, qué tienes, con qué estás leyendo la novela, qué inteligencia emocional posees, por qué conectas con la historia (al parecer tan sencilla, tan repetida en el tiempo, tan básicamente evolutiva...) y después de todo eso y mucho más, recoge de nuevo tus tripas, antes de que pierdan latido y se queden frías y vuelve a encajarlas, dónde estaban ya no podrá ser... necesitan otra ubicación.

 

Una emocionante crónica familiar y sentimental. El retrato de un país que miraba al futuro y se olvidó de dar las gracias a la generación que lo hizo posible.

«Nos rezaban que cuatro esquinitas tenía mi cama y que cuatro angelitos nos la guardaban, pero mi cama por lo menos tenía cinco. Y uno de ellos era una señora de campo que pinchaba cuando te daba un beso».

1975. A un pueblo de esa España que empieza a vaciarse llega la nueva  maestra con sus hijos. El más pequeño es David. La vida del niño consiste en ir a la era, desollarse las rodillas, asomarse a un pozo sin brocal y viajar cerrando los ojos en el ultramarinos. Hasta que llega una cuidadora a casa y sus vidas cambiarán para siempre. De Emérita, David aprenderá todo lo que hay que saber sobre las cicatrices del cuerpo y las heridas del alma. Gracias al chico, ella recuperará algo que creyó haber perdido hace mucho.

Los ingratos es una emocionante novela sobre una generación que vivió en aquella España donde se viajaba sin cinturones de seguridad en un Simca y la comida no se tiraba porque no hacía tanto que se había pasado hambre. Un homenaje, entre la ternura y la culpa, a quienes nos acompañaron hasta aquí sin pedir nada a cambio.

 

Utiliza Simón todos los ingredientes que me interesan desde que aprendí a leer y a escribir: el tiempo, los vínculos familiares, las relaciones sociales, la memoria, el medio rural, el olvido, la niñez, las emociones... frases cortas, prosa lírica, un disparo en la frente, una mano apretándote la garganta, porque fuimos, somos y seremos los personajes que describe, somos miserables, naúfragos, solitarios, sobrevivientes, estúpidos, fugitivos, rebaño, río, monte, oscuridad y futuro.

No quisiera describir una narrativa agónica o sufrida, de las que te hace pasarlo mal.  A mí me ha resultado necesaria, comprometida, un tanto sanadora, a pesar del dolor que produce la verdad inevitable.

Creo que es una historia exacta, bien calibrada, noble y absoluta.

No es un libro de aventuras pero te plantea la aventura de estar viva.

Nada de examen de conciencia, dolor de los pecados y propósito de enmienda.

La importancia de la memoria, por encima del tiempo, la importancia de cumplir las promesas, sobre todo cuando se las haces a alguien incondicional.

Me ha ocurrido algo por primera vez leyendo "Los ingratos".

He leído novelas que me hubiese gustado escribir.

Pero nunca he encontrado un personaje que me hubiese gustado ser.

Yo quiero ser la Señora Emérita y tener, sin saber como, ese milagro de inteligencia emocional, a pesar de todo, de la propia vida, que se empeña en borrarla.

Quiero ser la Eme, aunque esté sorda y más de medio pueblo se ría de ella.

Porque es verdad, es de verdad, de una pureza incalculabe.

Hubiese estado bien una crítica de "Los Ingratos" más técnica, algo más aséptica, invitando a una lectura liviana , dispuesta como un juego de pistas para que cada cual encuentre su sendero... Pero no tengo tiempo para enredaderas y la emoción y el agradecimiento me brotan a raudales, porque tanto esta novela como la siguiente, "Los incomprendidos" son un ejercicio de identidad literaria y de saber hacer importantes, un espejo brillante de lo que somos y del olvido que seremos (parafraseando a Héctor Abad Faciolince (Medellin, Colombia, 1958), tan admirado por Pedro Simón).

"GENTE QUE HABLA SOLA"

"GENTE QUE HABLA SOLA"

En la niebla de la memoria

siempre se abre paso un reloj, 

aquella hora 

en la que fuimos más libres

y estábamos enamorados.

Cuando era

irresistible

la esperanza.

 

No sé

si tiene que ver con la juventud

o con la calma,

pero

aquel tiempo, 

esa fuerza, 

dinamitaron la costumbre, 

las tradiciones

y el porvenir.

 

Ahora somos gente que habla sola,

capaz de distinguir en los demás

girasoles o escarcha, 

el dolor sordo de la derrota.

 

Sabemos

que la vida es cíclica

y no tenemos frío.

 

Enero pasará

y sólo una palabra

es capaz

de olvidar a otra.

"MALAHERBA"

"MALAHERBA"

Manuel Jabois, Sanxenso, Pontevedra (1978), ese periodista de El País y de la Cadena SER que no pasa desapercibido, vehemente,  inconformista e incómodo para los "doctores" en narrativa, con un gran número de seguidores (que se traduce en ventas) y que también publica (nada es casualidad) con Pepitas de Calabaza (ver entrada anterior de este blog) ha caído en mis manos lectoras con Malaherba (2019), una novela sobre el tránsito de la niñez a la edad adulta y el protagonismo, la referencia, que suponen el grupo de iguales y la familia en una edad en la que se entremezcla el juego, la tristeza, la duda, la certeza, el delirio, la trasgresión, el miedo, la consciencia...

«La primera vez que papá murió todos pensamos que estaba fingiendo

Así comienza, en la Galicia opaca de los ochenta, en un contexto socio económico y familiar precarios, con unos padres que hacen lo imposible por no desamparar, pero sin recursos emocionales ni para cuidarse ellos mismos.

Tambu tiene una hermana que se llama Rebe, con la que existe una afinidad animal, sostenida en la protección, en los silencios, en el cuidado que la hermana mayor, adoptando el papel de adulta, procura ofrecer a su hermano, un muchacho que no quiere crecer, pero crece, que no quiere mirar, pero mira, que intenta domesticar al miedo, pero el miedo lo fagocita...

Y está Elvis, que es su amigo, un chico especial, distinto en medio de una jungla de arquetipos salvajes que intentan sobrevivir a fuerza de machacar al más débil.

Lo de toda la vida pero desde el ojo del huracán, desde la pupila.

Dice el propio Jabois sobre su escritura que sabe dosificar, sacar la máxima rentabilidad a los cuatro recursos literarios que posee.

No lo he leído lo suficiente para confirmar sus palabras, pero, Malaherba, que en su parte central y por momentos llegó a parecerme otro "Manolito Gafotas" pero en versión más cruda y niño más "malote",  (me relajé demasiado o me aburrí sin causa, desde luego) es mucho más que cuatro piezas que encajan envueltas con un lazo.

Hay una dosificación perfecta de lo que no se quiere dejar en el tintero: mirada interior, sociedad del momento, la escuela, las cosas que importan cuando tienes trece años y vives en permanente estado de alerta, lo que sabes que no puedes, que no debes contar, lo que te cuentan y no sabes cómo gestionar, tragarte las ganas de llorar y hasta las de reir, a veces, sentir, por encimar de todo, sentir, elegir, estar vivo.

No es un relato fácil, no huele a rosas rojas ni se devora como un fresón.

Resulta inquietante y tiene, como las grandes novelas, un final sorprendente pero no inesperado, porque cuando ya no existen límtes y no hay red bajo la cuerda de funambulista cualquier cosa es posible.

Directa, a corazón abierto, una novela para seguir explorando la controversia emocional y el buen hacer de Manuel Jabois.

"PALABRAS MAYORES"

"PALABRAS MAYORES"

La Editorial Pepitas de Calabaza  https: //www.pepitas.net/  (que dice tener "menos proyección que un CineExin") se atreve con lo que no se atreve nadie, es alternativa, innova, arriesga, sabe que no es de público de masas pero sí de incondicionales, de curiosos, de todos esos ávidos lectores que apuestan por el calor de las historias desapercibidas y las ediciones cuidadas con un mimo que se respira.

No venderá excesivamente ni lo pretende, pero las enfermas literarias revisamos frecuentemente su catálogo, dónde podemos encontrar desde un recorrido por la memoria de los bares y tascas de este país, pasando por la biografía de Chummy Chúmez, los testimonios de las bomberas forestales (que las hay) o una novela sombre mujeres exhaustas que pone de manifiesto que la desigualdad y el clasismo son atemporales.

No sé si quiere decir que un buen día, como el que no quiere la cosa, apostaron por el Rock and Roll y si no ganaron continúan en el empeño de mantener su identidad, pero resulta un proyecto atractivo, comprometido, coherente y fiel.

Casi nada para lo que somos.

Resulta que yo tenía un libro, de esos que consumes hasta acariciar las portadas y bebértelo poco a poco, que no sabía que pertenecía a esta Editorial: "Los Últimos. Voces de la Laponia Española", de Paco Cerdá. Una declaración de intenciones sobre la despoblación, los intereses generados alrededor y el abandono que mimetizado con el olvido producen un exterminio lento, pero seguro. Ese libro abrió las puertas de mi interés por la despoblación y todos su factores, principalmente el humano, por escuchar las voces de los protagonistas, la historia de los pueblos, sus usos y costumbres, la solidaridad de sus habitantes... todo aquello que los convirtió en comunidad y que no debe traducirse en un puñado de maleza o escombros.

Después llegaron otros de la misma temática, interesada por ese pulso que la deshumanización de las ciudades y su avidez le echa constantemente al medio rural, mirándolo desde una atalaya ridícula y hasta soez, como si pudiéramos existir sin memoria.

Y navegando, barquito de papel en el amplio océano de internet, topé, era mi día de suerte, con "Palabras Mayores", de Emilio Gancedo y la Editorial Pepitas de Calabaza.

En la portada una falda, sobre ella un delantal, y sobre el delantal unas manos curtidas cosiendo una pelota de frontón. En blanco y negro.

Y es que los sentidos se ponen alerta, se dispara el termómetro de esa fiebre literaria y del instinto lector y reconoces el acierto.

"Palabras Mayores" es un recorrido por todos los puntos cardinales de nuestro país, para encontrar la memoria oral de quienes nacieron antes o inmediatamente después de la guerra civil que nos cambio a todos. Cómo vivían, qué necesitaban, con quién se relacionaban, como empezaron a asumir el turismo, las tecnologías, la educación de los nietos, el desapego del campo por parte de sus hijos e hijas... Es alma viva. Y pureza. Es una constante pluralidad de emociones. Se escucha hasta el mar.

Y mantiene un marcado carácter pedagógico al que resulta imposible resistirse.

Somos de una insolencia bárbara cuando creemos  que no necesitamos ponernos en la piel de un nonagenario, minero asturiano que nunca quiso abandonar su poblado, pero que conoce la actualidad a través de una radio y de los excursionistas, o en la de una matriarca que comenzó de cero una y mil veces, aprovechando lo poco que pudo ir a la escuela para comprender que la lectura es sinónimo de libertad.

Y así tantas personas con las que Gancedo ha practicado la escucha activa sin juzgar, haciendo muchos kilómetros y muchas reflexiones para plasmarlas en un libro que da gozo tener, ver y sentir.

Que no te engañen los oropeles del marketing de las grandes publicaciones.

"Palabras Mayores" es oro molido.

Somos nosotros.

Y cómo la vida nos convierte en seres más o menos equilibrados que sólo tratan de vivir en paz.

"No te veré morir"

"No te veré morir"

Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) se sitúa ya en ese Olimpo incontestable de los grandes autores españoles, miembro de la Real Academia de la Lengua, galardonado con el Príncipe de Asturias de las Letras, emparejado con Elvira Lindo (Cádiz,1962, la genial autora de "Manolito Gafotas"), al parecer y por lo que deja traslucir, un tipo tranquilo, afable, inteligente, con buena memoria, grandes amigos y una zona de confort ganada por derecho.

Muñoz Molina se ha convertido en una marca, no quiero decir que sea un producto, sino que su identidad, su constancia y su trabajo le han otorgado un lugar en el mundo literario, y en el otro, a salvo de intemperies y dudas, una garantía de calidad.

Y él lo sabe. Porque escribe con el oficio, la maestría y la holgura de quien ha librado mil batallas y ya no se debe a nadie más que a sí mismo. Escribe como le apetece, con los ingredientes que considera indispensables y que son el reflejo de sus envolturas (viajes, música, amplia cultura, gastronomía, historia...). Se ha permitido además, cambiar de registro y de género a lo largo de los años, dominando la pirueta de saltimbanqui.

Y ese sello de denominación de origen que salta a la vista como la plata bien pulida, es lo que me ha llevado hasta su última novela: "No te veré morir" (Seix Barral, 2023).

Su sinopsis dice así:

Durante su juventud, Gabriel Aristu y Adriana Zuber protagonizaron una apasionada historia de amor que parecía destinada a durar para siempre. El futuro, sin embargo, tenía otros planes para ellos. Separados durante cincuenta años por un océano de incomunicación, ella atrapada en la España de la dictadura, él viviendo el éxito profesional en Estados Unidos, vuelven a encontrarse en el ocaso de sus días. Miradas, caricias, deseos acallados y viejos reproches dejarán paso entonces a la constatación de que la nostalgia de aquel primer amor lo es también de la persona que una vez fuimos.

  No te veré morir es una novela sobre el poder de la memoria y del olvido, la lealtad y la traición, los estragos del tiempo y la obstinación del amor y sus espejismos. La conmovedora historia de una pasión frustrada por la vida y un hermoso retrato de la vejez escritos con una delicadeza extrema.

No he leído una mala crítica, ni siquiera una puntillosa, con algún "pero" por pequeño que sea... de hecho lo comparan con el mejor Thomas Bernhard (Austria, 1931-1989) y quién soy yo, una escritora mediocre y por supervivencia psicológica, una lectora cada vez menos compulsiva y apasionada, como para dudar siquiera sobre esas afirmaciones.

Pero un blog es la casa de una también, es una de esas habitaciones con pósters, un microclima, las mejores fotos de tu vida en blanco y negro decorando las paredes, el sitio que buscabas, el que necesitabas, dónde eres libre.

Y libre me siento para decir que "No te veré morir" me resulta superflua y nada prometedora. Rica en matices, eso es verdad, en detalles, con una primera parte emotiva y centrada en la evolución de unos personajes que están lejos de resultar humanamente cercanos, de clase alta y refinada (por mucho que nos dibuje un pasado de padres humildes que se sacrificaron para que su hijo estudiase), pertenecientes a mundos poco accesibles (academicistas, opulentos, neoyorquinos...), y una segunda parte apresurada que pierde fuelle y convicción, dónde prevalecen expectativas y necesidades poco consecuentes con la realidad que acaba uniendo, cincuenta años después, a Gabriel y Adriana.

Hacerse viejo es la gran estafa que nunca nos contaron.

Si a ello le sumas limitaciones, enfermedades y edadismo, se avecina tormenta de las gordas.

Pero Muñoz Molina no profundiza, su personaje masculino tiene miedo y peca de cobarde y el final de la novela, precipitado y tajante, más que culminarla la quiebra, se carga los brotes buenos, la atmósfera del reencuentro.

Aún con todo, yo no puedo olvidar, del mismo autor: "El invierno en Lisboa" (1987) o "Plenilunio" (1997), porque vivieron en mí con el poso de la narrativa global, esas historias que se entrelazan con la vida, cobran sentido y perduran.

No creo en la parte por el todo, cada novela responde a una época y a un planteamiento que nunca es el mismo para el autor que para el lector. Llegar a establecer lugares comunes depende de muchas cosas, diminutas y vulnerables.

A Muñoz Molina, de vez en cuando, como a los antiguos veranos, habrá que volver, porque siempre guardan algo en los bolsillos, un truco de magia.