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MARTES DE CENIZA

ME OLVIDÉ DEL CIELO

ME OLVIDÉ DEL CIELO

No recuerdo el tiempo que hace que no me bebía una novela. Con ganas. Con la necesidad imperiosa de esa cafeína adictiva en la que se convierten los hechos bien narrados, las historias bien estructuradas.

Para empezar no me gusta la novela de género policíaco. Jamás me atrajo.

Otra cosa es que apuestes por el escritor sin prejuicios.

En este caso, Pere Cervantes, (Barcelona, 1971), cuya novela, "El chico de las bobinas", compré exactamente aquel día de marzo de 2020 en el que nos clausuraron la vida por la COVID (y resultó un descubrimiento inolvidable), presenta "Me olvidé del cielo" (2024), dominando esos apoyos predominantes con la maestría del que conoce su buen hacer y el impacto que provoca. Los libros y el cine son un telón de fondo, una temática transversal que atraviesa, siempre, su narrativa de manera pulcra y detallista. Da gloria descubrirlos, como por casualidad, definiendo una secuencia, un personaje, una trama que parecía otra cosa, que contaba otra cosa y de repente se detiene presentándonos a un librero, un cine clandestino o reproduciendo una charla con el mismísimo Pío Baroja.

No sé cómo lo consigue, pero logra que los ingredientes básicos se alejen de una historia previsible aunque resulten peones fundamentales.

En los años 20 del siglo pasado, en una Barcelona que  Pere Cervantes recrea con la maestría de genios como Juan Marsé, una niña desaparece durante la proyección de una película de cine mudo en la sala Coliseum. Es hija de un importante empresario textil que comienza tomándose la justicia por su mano.

Regresa a la ciudad y a su viejo barrio infectado de precariedad, el inspector Basilio Bosc, que deberá enfrentarse a viejos traumas, así como a la mirada implacable de la pianista Joana Alier. De chiquillos, Joana, Basi y el Gabacho eran chavales que soñaban con sacudirse la historia maldita que arrastraban y conocer mundo lejos del Distrito V. Tenían su propio lema: "Somos tres gotas; juntos, el mar".

Todo aderezado con el movimiento anarquista de la época, la represión policial, los burdeles, la pobreza, la violencia, las drogas... todo un trhiller histórico y criminal, si se quiere decir así, pero al fin y al cabo una descripción magnífica de lo mejor y lo peor que escondemos dentro y que ni siquiera sabemos cuando surgirá.

La novela contiene tópicos, los y las amantes del género los identificarán rápidamente, tópicos, vidas sin ningún valor, destrucción, mucha miseria, dolor, tristeza y también una profunda lealtad y el valor inquebrantable de la memoria.

Las grandes narraciones conviven con nosotras durante un tiempo, porque nos han vinculado con una parte privada y nostálgica que cuesta desechar.

Eso las hace especiales.

"Me olvidé del cielo" lo es. Tiene carácter y cinematografía.

Y además, en los tiempos que corren, disfrutar de una novela bien escrita tampoco es cualquier cosa.

No señor.

ANA NO

ANA NO

 

La censura prohibió la representación de las obras del gran dramaturgo Agustín Gómez-Arcos (Almería, 1933-París, 1998) y claro, también lo prohibió a él, que, acosado por la dictadura franquista, decidió exiliarse, primero en Londres y definitivamente en París, dónde se convirtió en un prolífico escritor, galardonado con importantes premios y enterrado en Montmartre.

Una fría mañana de febrero, nosotras, las del hilo rojo, lectoras incombustibles, recalamos en la que posiblemente sea una de las librerías más selectas y especiales de Zaragoza: "La Montonera", y el instinto de Noelia hizo de las suyas, consiguiendo que nos llevásemos bajo el brazo: "Ana no".

Una historia trágica y desoladora, pero emocionante y conmovedora hasta el extremo, un reflejo exhaustivo y detallado de la posguerra protagonizado por Ana Paucha, mujer de mar, mujer del sur, cuyo marido y dos de sus hijos fallecen en la contienda, siendo Jesús, el pequeño, el que consiguió ir a la escuela y leerle en voz alta a su madre una novela por entregas, encarcelado en una prisión del norte del país.

Una mañana, Ana No, (la que todo lo ha perdido y hasta el respeto de sus vecinos se le niega por ser de las vencidas), a sus 75 años, cierra la puerta de su mísera vivienda, deja encallada la barca, sustento familiar, aquella barca agujereada y yerma denominada: "Ana, la alegría del regreso", se ata a la cintura el bizcocho que ha cocinado para su pequeño, que ya ha cumplido 52 años y parte, siguiendo las vías del tren, hacia el norte, buscando ver a su hijo por última vez y entregarse a la muerte.

Peregrinación descrita con gran detalle y dominio de la prosa poética, el autor recrea una realidad que no ha sido respetada hasta el momento, como merece. La de las madres de la guerra, mujeres del medio rural en su mayoría analfabetas, pero ricas emocionalmente, netas, absolutamente conscientes de todo lo que les fue arrebatado sin permiso ni conciencia.

La novela es también una novela de aventuras, una reproducción fidedigna del género humano habitando la necesidad y los extremos. Es una lección de historia, la que no nos contaron, la que no sale en los libros, un ejercicio absolutamente necesario y pedagógico sobre la memoria histórica.

Tiene honestidad, paisajes, orígenes, destinos, verdad, dolor, miseria. Todo lo feo y todo lo bello también.

Tiene un perro, un ciego contador de historias, plazas de pueblos, un circo, la nieve...

No podemos vivir de espaldas a lo que fuimos. Nos convierte en cómplices estúpidos de la desgracia ajena.

"Ana no" es mucho más que una novela publicada en 1977, basada en una historia "de boca a oreja" relatada por la propia madre de Agustín Gómez- Arcos, es una asignatura pendiente, una deuda, una obra enorme, feminista, atemporal, viva.

De obligado cumplimiento aunque todo parezca ya tan lejano y sin embargo estremecedoramente próximo.

Ana no.

Ana Paucha.

Ana hija querida.

Ana menuda.

Ana esposa de Pedro y madre de Juan, José y Jesús.

Ana La Alegría del Regreso, remendadora de redes.

Ana y su propósito.

Ana y el pastel, un auténtico bizcocho que los perros del camino le quieren arrancar.

Ana, las piedras, las estaciones, las noches.

Ana para siempre, para nada, para nunca.

 

Ana no. Inolvidable.

OTRA PIEL

OTRA PIEL

Cuando alguien me para por la calle para comentarme que se ha enterado de que he escrito un libro.

Cuando los escasos ejemplares que he llevado a los distintos puntos de venta se venden y yo salgo apretando el dinero en la mano como si fuese un cheque en blanco, contagiada al mismo tiempo de ilusión y de sorpresa.

Cuando veo llover y sé que mi novela está en la calle.

Cuando pienso en la alineación de todos los astros y de todas mis amigas geniales.

Cuando leo un par de páginas y no me tiemblan las piernas porque me reconozco en ellas. Y podrían estar mejor escritas, depuradas, lo sé, pero son mías. Una idea, una emoción, un desarrollo.

Una novela contiene muchos ingredientes y un momento vital único.

Una novela es tomar posiciones y dirigir la mirada.

Cuando sucede todo lo que he descrito es como si mudase de piel. Como si las cosas y las personas bienintencionadas pudiesen cambiar el mundo o una sola tarde.

Es cuando creo en lo que hago y creo que puedo seguir haciéndolo.

A pesar del edadismo, de los bocachanclas, de la desprotección, del mercantilismo, de las imperfecciones graves, de las grietas del sistema por las que me caben los dos brazos, del cansancio, de lo cíclico, de los juicios sumarísimos, del trabajo (que ya sólo se parece a trabajar, de no ser por algunos maravillosos personajes fugaces), de la que espero sea mi última mudanza, de los veranos intransigentes, del insomnio y de la vida pequeña, la que aprieta porque calza menos de lo adecuado.

A pesar de todo lo que no transmuta y respira como un rinoceronte creo que puedo seguir haciéndolo. Escribir. No demasiado mal.

Cambiar a la piel del convencimiento.

Porque la literatura genera un respetuoso hábitat de conciencia con espejos.

Y siempre me ha salvado la vida.

Le debo varias.

 

"Principio de Invierno"

De venta en Amazon.

Librería Cuéllar (Paseo Cuéllar, 39. Zaragoza)

Taberna Pottoka (Martín Carrillo, 5. Zaragoza)


SER ESCRITORA

SER ESCRITORA

Está claro que hubo un momento en que me perdí la pista.

Yo sola, cómo una autómata.

Me olvidé de acumular el valor y la autenticidad necesarios para creer que podía serlo. Que me lo debía.

Escritora, digo. Ser escritora.

Cuándo comencé este blog allá por 2008, en el pequeño apartado de presentación describí que seguía intentando no defraudarme por completo, mantener el empeño de escribir, conseguirlo.

Ser escritora, digo.

No tengo oficio, un despacho propio, un tiempo definido y definitivo... Pero ahora sí que me estoy desprendiendo a duras penas del síndrome de impostora.

Un puñado de mujeres y Principio de Invierno son las culpables.

Escribí la novela que me hubiese gustado leer.

Yo pensaba que era diminuta, nada destacable.

Pero, dos meses después de su publicación la miro a los ojos y me doy cuenta de mi menosprecio, porque crea vínculos y genera experiencias inolvidables, pedagógicas, que me servirán para el resto del camino.

Lo urgente, lo prioritario, no dejaron margen para lo importante.

Escribir, como respirar.

Yo podía hacerlo.

Convertirme en escritora.

Es emocionante el reencuentro con una misma, con lo que queda de las ganas.

Es emocionante emocionar.

Subirse a esta montaña rusa, que acabará más pronto que tarde y pensar que lo logré.

Ser escritora, digo.

No defraudarme por completo.

CHARLAMOS SOBRE DISTINTOS TIPOS DE VIOLENCIA

CHARLAMOS SOBRE DISTINTOS TIPOS DE VIOLENCIA

Mi novela va a servir para establecer una charla-coloquio con mujeres sobrevivientes de violencia machista.

Mi novela va a servir. Para aprender. Y yo con ella. Para caminar juntas.

Es cierto que, sin tratarse de su eje principal, está impregnada de violencias múltiples, que se entrelazan y ramifican, que modelan a los personajes, implícitas en sus vidas como en la cotidianidad del mundo.

Ser sobreviviente a ellas contiene un plus de superación, capacidad y autonomía.

Ser sobreviviente es una cosa y superviviente, otra.

Esto me lo enseñó la Asociación Somos+ y sobre ello trataremos el 15 de Enero a las 18h en el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza.

Gracias por contar conmigo y con mi historia, somos pequeñas, pero estamos dispuestas a crecer y sobre todo a sacudirnos esas violencias desde lo colectivo, la incondicionalidad y las redes solidarias.

Estoy orgullosa de que la novela nos permita abrir ventanas, ventilar las estancias, despojarnos de lo rancio.

Seguiré informando sobre los pasos de Principio de Invierno.

"PRINCIPIO DE INVIERNO"

"PRINCIPIO DE INVIERNO"

Tenía que intentarlo.

Porque no quería quedarme con las ganas.

Siempre me ha parecido tan precario aquello de lo que pudo haber sido y no fue...

Primero me conté a mí misma la historia, como cuando memorizas para un examen. Y después rebusqué entre mis bártulos literarios las herramientas que necesitaba para contarla como me hubiese gustado que me la contasen a mí.

Y nació. Era 2020.

Ha sorteado una carrera de obstáculos precipitada y caótica.

De hecho, en un principio, ni siquiera se titulaba así, pero cuando ya estaba dispuesta para saltar a escena resultó que no hace demasiado tiempo ni demasiado lejos, otro autor había seleccionado el mismo título para su novela.

Otra vez quise rendirme.

Una de tantas.

Este año no sé si se habrán alineado los astros, pero sí lo han hecho tres personas completamente diferentes entre sí, referentes en mi vida, que han decidido quedarse a mi lado cada vez que me rendía, esperando pacientemente a que me levantase para seguir ahí, convenciéndome para que publicase.

Sin ellas, yo no estaría escribiendo esto ni "Principio de invierno" habría acabado con mi síndrome de impostora.  Puede que sea un poco tarde para mi empeño infantil de convertirme en escritora, no sé si he venido para quedarme, pero sí para acompañar a una historia que habla de todos nosotros y nosotras, de lo que fuimos, de lo que deberíamos ser y de lo que ya no volverá.

Me gusta decir que es una novela de andar por casa, una narración común y corriente que pretende ser contada desde la emoción. Creo que es sencillo identificarse con cualquiera de sus personajes, contiene unos cuantos.

Al final, mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo, según decía Eduardo Galeano.

Eso es lo que pretendo contar y esta es, por fin, mi primera novela: "Principio de Invierno".

Espero que os abrace.

MEMORIAS AHOGADAS

MEMORIAS AHOGADAS

Esa editorial que me cautiva, "Pepitas de Calabaza", la que tiene, según sus propias palabras: menos proyección que un Cine Exin, continua la línea de publicar (nunca de cualquier manera, sino con cuidado, con respeto y con mimo) lo que considera imprescindible, aunque guarde escasa relación con lo publicado por parte de las grandes editoriales.

Encargarles un libro y que al día siguiente lo tengas entre tus manos, envuelto en papel de embalar y con la dirección escrita a mano. Un libro que huele a libro, nuevecito, bien encuadernado... no tiene precio.

Después de los relatos de despoblación y la narrativa de las bomberas forestales se siguieron viniendo arriba con esta publicación cuya portada ya insinúa, como un buen augurio, bueno y triste al mismo tiempo, porque hay cosas que no pueden ser de otra manera y contienen esa dualidad: "Memorias ahogadas", de Jairo Marcos y Mª Ángeles Fernández, un documento histórico, un documental, biográfico, extenso, detallado, narrado por testigos, por vencedores y vencidos, por perdedores todos, ellos y ellas, que dejaron atrás su tierra, sus muertos, sus escuelas, absolutamente devastados y obligados por un Estado dictatorial e inhumano que decidió (y nada se le puso por delante) anegar con pantanos y embalses cientos de poblaciones, arrasar campos, negocios, árboles frutales, raíces de muchas personas que ya no pudieron, no quisieron, no supieron ser de otra parte, renacer, por imperativo legal, en otra parte.

De norte a sur y de este a oeste quedan supervivientes explicando lo mismo, el lenguaje de lo arrebatado es idéntico en todas partes, no es lo mismo emprender un viaje por decisión propia que verse obligado al exilio.

El interés de las hidroeléctricas, los grandes poderes contra los que no se puede luchar aunque de mil maneras se haya intentado, las firmas de quienes tienen el valor y la conciencia para decidir sobre las vidas de los demás... múltiples factores empujando en una sola dirección convirtieron rincones de nuestra geografía en cementerios inundados, historia sumergida, a cambio de una construcción escasa, un huerto y poco más en pueblos de colonización, pequeños campos de concentración a los que las familias llegaban asustadas, cargadas de pasado y desconociendo su futuro más próximo, pero deslomándose a trabajar desde el primer día, qué otra cosa podían hacer si pretendían subsistir.

Los autores han recorrido caminos, recogido información meticulosamente, han apostado por una temática y una forma de narrativa poco frecuente pero absolutamente necesaria.

Socialmente estamos en deuda con todas aquellas personas despojadas de su lugar en el mundo, violentadas, invisibles. Les debemos, al menos, el hecho de conocer y la obligación de empatizar.

Los pueblos inundados generaron una historia de desalojo heredada de madres a hijas. Hay quien ha querido seguir con el testigo como hay quien ha preferido el silencio, no volver la vista atrás, aunque los ojos sean una cosa y la mirada otra.

Los coletazos de todos aquellos desahucios perduran hasta nuestros días, todavía hay quien espera una respuesta, asumir la responsabilidad, reconocer la injusticia cometida, aún sabiendo que ya no llegarán, pero que deberían hacerlo porque se harta uno de que siempre terminen perdiendo los mismos.

No podemos imaginar lo que sufrieron, qué pensaron, por cuantas fases pasaron hasta comprender que jamás volverían, que nunca más aquel recodo al sol, salir a la pizarra, hornear el pan, asistir a misa de doce.

Por no hablar de quienes emprendieron viaje habiendo sido expropiados sus medios de vida para nada, porque el agua no cubrió las casas, el pantano, finalmente, no alcanzó las poblaciones, dejándolas expuestas a la intemperie y la precariedad como esqueletos de los que burlarse.

"Memorias ahogadas" no es un libro triste, anciano, pasado de moda o revanchista, al contrario, es una narrativa actual, ser consecuentes con la memoria nos permite avanzar socialmente, aprender, tener una información privilegiada.

Es un libro necesario, mucho más para las personas que no nos vimos afectadas. El ejercicio empático y emocional al que te obliga te humaniza.

Creo que nos hace mejores a todos y a todas.

"CUESTIÓN DE DESPEDIDA"

"CUESTIÓN DE DESPEDIDA"

“Decidme, sí, decidme,
-aunque no pueda oírlo,
aunque nunca lo crea -
que nada ha terminado.”

(José Agustín Goytisolo)

 

Ahora,

que se me va muriendo la gente

como quien escribe

el punto final de un poema,

tengo prisa.

 

Aquello

que leí entre líneas,

las fotografías veladas,

el sol

derramándose en la arena,

las palabras precisas,

desencadenadas,

el salitre…

 

Nada

era trivial ni momentáneo.

 

Balas

incrustadas en los muros.

Sombras verticales.

Heridas y pozos.

 

La vida es líquida.

Tiene,

como el cuerpo humano,

un alto porcentaje de agua.

Se obsesiona

con meter los pies en la orilla de un río

y sentirlos livianos.

 

No pasa nada,

nada,

nunca pasa nada,

decían.

 

Desviar la mirada

no te convierte en invisible.

 

Ahora tengo prisa

y el corazón desbocado,

porque se me muere

la gente entre las manos

y me faltan veces

y no está todo dicho.

 

La soledad ya no me impacta.

 

El silencio

es una cuestión de despedida.