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MARTES DE CENIZA

"IRLANDA"

"IRLANDA"

Espido Freire (Bilbao, 1974) debutó en el panorama literario con "Irlanda" (1998). Auguraron lluvia de estrellas, los libreros franceses le concedieron el premio a la novela revelación extranjera, fue traducida a idiomas que parecen imposibles, cómo el neerlandés... un año después se convierte en la escritora más joven en conseguir el Premio Planeta y en la actualidad, celebrando el veinte aniversario dentro del panorama literario, publica un relato que va acompañado de un perfume: "Floral".

Todo esto resumiéndolo mucho y sin adentrarnos en detalles cómo su defensa animalista, su escuela literaria en Madrid, esos estudios de Derecho que más tarde abandonó y cambió por otros... en definitiva, Maria Laura Espido Freire es una novela en sí misma, una trayectoria que no se detiene, que indaga, cambia y se transforma.

Recuerdo perfectamente el gran momento de su Premio Planeta, recuerdo el título de la obra que la encumbró: "Melocotones Helados", sus apariciones estelares en entrevistas, tertulias, programas radiófónicos... pero sobre todo y aunque nunca antes la haya leído, haciéndolo "bien" esta vez y empezando por el principio, recuerdo su presencia, su tez palida y sus ojos grandes, profundos, de ávida lectora, de chica culta que no puede evitar parecerlo.

Prefiero llegar después de la fiebre y de las modas de los presentes rabiosos, si es que llego. Descubriendo una moderna librería de segunda mano que me han instalado, nada es casualidad, a escasos metros de dónde vivo y trabajo, topé con "Irlanda", nada es casualidad. Era un día de profunda niebla, pefecto para cobijarse entre libros.  Y ahí estaba, más al alcance que nunca, en una de esas colecciones como "Escritoras de hoy", sin la ilustración ni la encuadernación merecidas, pero al acecho.

Es una novela breve, o un cuento mágico que pierde nitidez y encanto si espacias su lectura.  Me recordó a estilos inolvidables, a envolturas que utilizaban señoras cómo Ana María Matute o Mercé Rodoreda, un poco sí, algo de reminiscencia y de poso.

Natalia es la mediana de tres hermanas. Tres niñas. La mayor, Sagrario, arrastra una enfermedad incurable hasta que muere una noche, junto a Natalia. Ésta, de una sensibilidad extraordinaria, ve a su hermana en sueños y sombras, lo onírico, el más allá, el presente, la noche, todo es una mezcla de límites indefinidos que la hacen sentirse aún más peculiar y extraña, en un momento en el que ella sólo quiere, aunque no pueda, ser una adolescente más.  Su madre decide enviarla a la casa familiar donde sus primos pasan el verano, allí los tiempos los marca Irlanda, su prima, acostumbrada a ser el centro de atención y a que nada se le niegue.

Lo mejor, cómo en todas las grandes historias, es el final, propio y propicio para el devenir de la historia, pero no por ello menos impactante.

El concepto del mal es ambiguo. Desarrollar este concepto, dejarlo flotar entre los tules de los vestidos, los jardines, el libro de plantas que colecciona Natalia, las velas, los salones y los secretos es una herramienta y un propósito que la autora trabaja delicadamente. Que nada es lo que parece y que todo pasa por algo. Que hay que leer entre líneas y ser conscientes de lo que somos capaces, sobre todo si el dolor no deja de latir.

Maneja la descripción del miedo, de la soledad y de la penumbra, cómo pocas.

No sé si me he topado con Espido Freire demasiado tarde o a tiempo.  Quizás haber empezado por el principio, ha sido, por primera vez, factor de éxito.  En cualquier caso, un placer.

 

 

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