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MARTES DE CENIZA

NADA SE OPONE A LA NOCHE

NADA SE OPONE A LA NOCHE

Delphine de Vigan (01/03/1966 Boulogne-Billancourt) consigue hoy vivir de sus novelas después de muchas andanzas y trabajos dispares.  

Sus letras así lo merecen.  Su primera novela, Días sin hambre 2001, es autobiográfica y relata su lucha directa contra la anorexia.  

Ni escribe de cualquier manera ni sobre cualquier tema que luego pueda ramificarse y progresar de un modo ligeramente hábil.  

Son sus tripas juntando frases, oraciones como terremotos, sus tripas que deben tomar el sol y contar lo que cuentan para poder caminar erguida.  Utilizar la literatura como terapia y que además funcione me parece mágico, extraordinario. Sobre todo porque en este caso no se convierte sólo en un exorcismo individual y necesario, sino en un acto de generosidad narrativa que traspasa fronteras para llegar exactamente hasta el alma.  

No hay rencor, ni castigo, ni lastre.  Sólo memoria.  

Y una capacidad brillante para provocar emociones.  

Saber contar no es fácil, por mucho que Delphine haya hecho de ese ejercicio metódico su aireada casa con vistas al mar, ella es, ante todo, escritora, con su inevitable equipaje, sí, (no toda su obra es autobiográfica) pero con su mirada puesta en la gente, en lo cercano, en las cosas que nos pasan.

Posiblemente el haber pertenecido a una familia numerosa y muy especial la convierten en alguien diferente, con la misión de venir a contarnos lo que nos cuenta.  

A esa familia podemos asomarnos en su última novela: Nada se opone a la noche (Anagrama), la más premiada en Francia en 2011 y con mayor número de lectores. Si entendemos el concepto de familia como "sistema complejo en el que todos los miembros influyen y se relacionan entre sí, donde los cambios y novedades afectan a las relaciones establecidas" (según definición de Psicología del Desarrollo) contemplaremos su reflejo inequívoco en esta historia emocionante y perturbadora, inquietante, sorprendente, distinta.

Sinopsis:   Después de encontrar a su madre muerta en misteriosas circunstancias, Delphine de Vigan se convierte en una sagaz detective dispuesta a reconstruir la vida de la desaparecida. Los cientos de fotografías tomadas durante años, la crónica del abuelo de Delphine, registrada en cintas de casete, las vacaciones de la familia filmadas en súper ocho o las conversaciones mantenidas por la escritora con sus hermanos son los materiales de los que se nutre la memoria. Nos hallamos ante una espléndida y sobrecogedora crónica familiar, pero también ante una reflexión sobre la «verdad» de la escritura, porque son muchas las versiones de una misma historia y narrar implica elegir una de esas versiones y una manera de contarla. Y esta elección a veces es dolorosa, porque en el viaje de la cronista al pasado de su familia irán aflorando los secretos más oscuros.

Quien esté libre de pecado (y de familia) que tire la primera piedra.

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