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MARTES DE CENIZA

VERANO DEL 2008

VERANO DEL 2008

El verano sucede en un presente continuo, tan continuo y tan presente, que sólo puede pertenecer a la infancia.

Cuando digo pertenecer me refiero a no visitarlo de pasada en las terrazas cuando salimos del trabajo, nada que ver con la llave de plástico en el hotel de la costa ni con el síndrome post-vacacional.

Es mucho más.  Otra historia.  Es reirse como nunca  y nadar como un pez con escamas plateadas.  Es soñar despierto con toda la autoridad que proporciona creer en las cosas y en las personas porque sí.

Es poder.

Y querer.

Ellos saben que ningún verano será igual a otro porque el mundo cambia como les ocurre a ellos.

Saben mucho más de lo que quieren decirnos.

Pero agarran la vida por la punta de una toalla y le pegan sus buenos mordiscos a la hora de la merienda, para que no quepa ninguna duda de que la aman sin  límites.

Toman helados como si fuesen los primeros o los últimos helados del verano, se abrazan sin pudores y se pelean sin coartadas; al tratar de retenerlos se nos escurren entre los dedos porque el tiempo de su infancia temprana es un truco de magia nunca desvelado.

A cambio de crecer a su lado con esta maldita "sabiduría" del desencanto propiciada por los años, poco podemos ofrecerles, acaso nuestra admiración, estas líneas y la foto del verano.

1 comentario

MIGUEL ANGEL -

Ya te conocía antes que a tu blog gracias a Ramón de Aguilar y al premio de Villatoya. Ese cuento me encantó, y algunas cosas que he leído en este mismo sitio también, ya te he puesto en mis favoritos.
Un saludo.