"LA VIDA INTERIOR DE LAS PLANTAS DE INTERIOR"
"No importa cuántas personas se queden de pie, los personajes de La vida interior de las plantas de interior sólo tienen una silla: una mujer que llora al ver la portada de una revista de decoración en un supermercado, un anciano encerrado en el baño de un avión que cree que se va a pique, el jurado de un concurso literario de provincias que por fin descubre al genial escritor que siempre ha estado buscando, un perro que aparece en cincuenta y cuatro pinturas de Pablo Picasso y odia a los comunistas, un albatros que vive en la gran Mancha de Basura del Atlántico, un caballo prehistórico que piensa en Empédocles de Agrigento, una joven que sólo come puré de patata deshidratado, un escritor que descubre las potencias de la ficción, una mujer en una lavandería en Bélgica que lee noticias de actrices porno muertas, dos aspirantes a escritores que giran en la nada y otro que vive bajo el gran escritor argentino vivo, un niño que se corta las piernas y el rostro con un cuchillo, dos amigos que les ponen caras a las nubes, una florista obsesionada con un viejo cliente suyo, un actor porno que huye de sí mismo. Todos ellos experimentan el bloqueo, pero también la liberación que promete este libro, a ellos y a sus lectores."
Empezar incluyendo el resumen que la editorial Mondadori hace del último libro de Patricio Pron (Rosario, Argentina, 09 de Diciembre de 1975) resultaba inevitable, principalmente porque yo iba a extenderme sin remedio tratando de presentar las vidas entrelazadas de los personajes que pueblan sus relatos, sin resultar, ni de lejos, tan eficaz. Porque si algunos libros de relatos sirven para apuntar algunas cosas, pasar el rato, o no desmenuzarse demasiado los sesos apostando por un personaje este se encuentra en las antípodas, no es una estación de paso, un descanso o un paréntesis, no se parece en nada a cualquier libro de relatos como su autor no se asemeja a ningún otro cuentista ni creo que lo haga.
Para conocerlo existen oportunidades maravillosas como "El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia" (Mondadori, 2011), una novela que rememora la etapa política de represión en su país y que sirve para conocer y encontrar las piezas del puzzle que faltaban, porque a través de esos hechos, lejanos ya, el protagonista comprende las coordenadas de su tránsito. Podría ser más retórica y refinada, pero me quedé con la boca abierta al leerla, tal cual, hacía tiempo que no descubría a un autor tan impactante, tan absolutamente conmovedor, directo, audaz y exquisito.
No confundamos. No se trata de una belleza lírica, margaritas, música, bucles en el pelo... Pron es despiadado a la hora de contar, no ahorra descripciones sin extenderse en ellas, no asoma simplemente la patita, exhibe con la fuerza de quien sabe escribir lo que quiere decir toda la autenticidad de sus personajes, y te obliga a mirar, a estar ahí, a participar.
Al terminar alguno de sus relatos me he quedado como esperando que alguien me sacudiese, sin acabar de entender del todo (reconozco que la lectura en ocasiones me venía grande, como escalar la cima de una montaña a la que quieres llegar pero no estás preparado), noqueada.
En "El cerco" todos los personajes tienen algo que ver entre sí, no lo saben, pero sus destinos comparten lugares comunes, seres que los precipitan hacia el abismo de tener miedo, prisa, o estar perdido. Es aquel argumento de la cadena de transmisión. Todos estamos conectados. En "Algunas palabras sobre el ciclo vital de las ranas", la literatura, los concursos, lo editable, idolatrar a algunos escritores... es el caldo de cultivo de una historia que parece casual y que termina así: "los escritores que amamos nos sirven de consuelo y de ejemplo a menudo sin que ellos mismos lo sepan siquiera y que en ese sentido son tan imaginarios como sus personajes o las tierras que imaginan y pueblan".
Los premios y el reconocimiento internacional que recibe Patricio Pron lo califican como uno de los veintidós mejores escritores jóvenes en español del momento. Merece la pena acercarse a su obra, aunque sea despacio, para entender la diferencia, el toque magistral de quien es y resulta único.
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