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MARTES DE CENIZA

PEQUEÑOS FUEGOS POR TODAS PARTES

PEQUEÑOS FUEGOS POR TODAS PARTES

Hija de emigrantes chinos asentados en Estados Unidos Celeste Ng (Pennsylvania, 1980) consigue con su segunda novela mantenerse en primera línea narrativa. Escribe bien. Muy bien. No solamente son los espacios, recreados con lo vivido, con lo que conoce y dónde ha desarrollado buena parte de su vida. Es la observación cómo principal elemento. La gran bola de fuego.

Casi todas las novelas norteamericanas se ramifican.  Cuentan con lugares comunes, críticas comunes, imaginarios colectivos. Casas pequeñas de pueblos pequeños, callados, conservadores, dónde el extraño sólo consigue serlo cada vez más. Secretos que deben seguir siéndolo.

"Pequeños fuegos por todas partes" es todo eso también. Y mucho más. Es una novela con envergadura. Es un cuestionamiento y una verdad que nunca puede, ni debe, ser absoluta. Es una cuestión de principios y de suerte.

Mia y su hija Pearl se instalan en Shaker Heights, uno de esos lugares en los que parece que nunca pasa nada. Se han prometido permanecer y echar raíces. Elena Richardson es una periodista local, madre de familia numerosa y propietaria de la casa que alquilan.  Dos modelos familiares que en nada tienen que ver, pero que conectan a través de los hijos, hasta que un dilema moral, centrado en la adopción de una niña china por parte de un adinerado matrimonio de la localidad, dónde también vive la madre biológca de la criatura, remueve todos los cimientos y pone la ética de cada cual al descubierto. Porque siempre hay un momento en la vida en que ya no sirve de nada colocar las manos detrás de la espalda. Hay que apostar. Enseñar las cartas. Posicionarse. Hay quién lo hace constantemente, de manera natural. Y están los que llevan toda la vida haciendo trampas que les funcionan.

La novela te planta ante un espejo en el que ver reflejadas tus miserias.

Es una crítica social, ácida pero constructiva, esperanzadora, llena de matices.

Son cenizas.

Porque mucho de lo que funciona, de lo que sigue adelante, utiliza mecanismos costumbristas que no conducen a ninguna parte.

El pasado siempre vuelve o te lo traen, cuándo tú ya no eres la misma persona.

Hay que leer "Pequeños fuegos por todas partes" para recordar de qué estamos hechos y de qué no. Porqué y a quién juzgamos. Cuándo.

De dónde venimos será siempre el punto de partida.

Una novela comprometida, interesante, amena, toda mentira, pero con tanta verdad...

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