NO TENGO, NO SOY
No tengo.
Tiempo para bocas sin dientes,
ojos que no parpadean,
laberintos de cristal.
Siempre me incorporo tarde a la vida,
con la urgencia decisiva
de quienes no queremos sellar nuestros labios
ni pisar bultos sospechosos bajo la alfombra,
aunque sepamos que delatar al enemigo
es encumbrarlo,
perdiendo la piel y la cordura
en inútiles batallas
de kamikazes enamorados.
No tengo.
Ganas, fachada ni cuerpo
para soportar carcajadas de dictadores borrachos,
pequeños pies de princesas incomprendidas,
legados de historia que reclaman su lugar en el mundo
tras haber perdido la guerra de siempre,
esa que no deja cerrar sus heridas
porque ni siquiera recuerda donde las tiene.
Es cuando está vacío el aire.
Vacío de palabras, de sentido,
de miradas que nos lleven a alguna parte habitada
donde se enciendan hogueras después de la lluvia
y canten los búhos.
Donde alguien nos espere a cualquier hora,
a pesar de las infracciones,
de los besos envenenados
y del olvido.
No tengo.
Alma de superviviente
ni de vencida.
Sólo alma viva.
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Isabel Nogales -