CASA MUSEO ANTONIO MACHADO EN SEGOVIA
"Segovia ilumina el cielo" es el slogan turístico de la ciudad del Acueducto. El cielo ha estado durante estos días poco iluminado, la verdad, aunque la capital merece la pena pese a lo que me deprime la lluvia, pues le da cierto toque bohemio que le va de perlas a esta ciudad proclamada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. No vengo a escribir sobre un lugar emblemático que muchos ya conoceréis, aunque no quiera dejar pasar la oportunidad de felicitarles por haber bautizado la estación del AVE con el nombre de Guiomar y por estar tan bien organizados cultural y turísticamente.
Quisiera centrarme en la casa museo de D.Antonio Machado, sita en Calle de los Desamparados (vaya nombre, nada es casualidad) nº5, pensión en la que el poeta vivió durante trece años (vaya número, tampoco parece casual para alguien con tan mala fortuna) mientras estuvo en la ciudad dando clases de francés. Allí es donde comenzó su idilio platónico con Pilar Valderrama (Guiomar), admiradora que viajó de propio de Madrid a Segovia para conocerlo. La pensión era regentada por doña Luisa Torrego, que le alquiló una habitación tras pasar Machado sus primeros días en la ciudad en un hotel que, dado su escaso salario, no podía permitirse.
El poeta encontró en Segovia artistas y hombres de letras con los que fundaría la Universidad popular Segoviana, la misma que, tras años sin medios para fundar el museo y viéndose obligada a alquilar la habitación que ocupó Machado, poco a poco pudo adquirir la vivienda al completo para preparar un mueseo sencillo y austero que recrea a la perfección (periódicos de los años 30 junto a la cocina de carbón) la época en la que Machado vivió entre esas cuatro paredes. Se conservan los muebles auténticos, fotos emblemáticas, publicaciones, correspondencia... En el jardín está la copia del busto que Emiliano Barral esculpiera en 1920 y también un panel de cerámica obra de Julián López Parras, en el que destacan los años 1919-1932, estancia del poeta en la pensión.
En una pequeña habitación adjunta a la entrada del museo, tan importante como este mismo y que no hay que perderse, una librería antigua en la que se apiñan libros del suelo al techo, pequeñas jaulas vacías, fotos en blanco y negro y un cartel que reza a la entrada: "En esta librería se permite fumar y que sea lo que Dios quiera". En ella, como en el resto de la ciudad, no se venden artículos, ni una triste postal, relacionados con Machado, pero pocos museos te transportan en el tiempo de forma tan humilde y tan honesta.
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