MIGUEL RÍOS
Aunque los viejos rockeros nunca mueren hoy Miguel Ríos cumple sesenta y ocho años. En mi casa se crió un primo hermano mío que era fiel seguidor suyo, de ahí que conozca todas sus andanzas. También tengo un pariente (nonagenario ya) de Granada que estaba hartito de oirlo canturrear cuando era verano y las ventanas se abrían de par en par, y nadie a orillas del Darro se podía imaginar que aquel chaval estudiante en los Salesianos que había ganado algún que otro concurso radiofónico acabaría siendo Mike Ríos.
Este pariente mío conoció de muy chico a Federico García Lorca, que compartía tertulia con su padre, incluso conservaba como oro en paño su primer librito de poemas, con dedicatoria y todo... pero luego pasó lo que pasó y asustado mi pariente quemó aquel libro entre otras cosas... esa aventura para otro día, hoy la cosa era felicitar a Miguel Ríos, un tipo que nos gustará más o menos pero se ha mantenido fiel a su estilo, a su filosofía durante cincuenta años en este mundo cainita del espectáculo, se dice pronto.
Su primer trabajo remunerado como cantante le supuso un sueldo de 3000 pesetas del año 1962 en Madrid, donde grabó cuatro canciones para la compañía Polygram, después de haber salido de su Granada natal con dieciséis años y permiso materno, puesto que su padre había fallecido poco antes.
En 1969 este gran amante del Rock and Roll graba lo que sería su éxito indiscutible, siete millones de copias vendidas en todo el mundo: "Himno a la alegría", adaptación del último movimiento de la novena sinfonía de Beethoven, dirigida por Waldo de los Ríos. Mike había dejado paso a la autenticidad y el crecimiento de Miguel, que podía cantar, componer y crear espectáculos con los que se gana a un público fiel que le sigue incondicionalmente.
Comprometido con el entorno que le rodea y con la forma que tiene de ver el mundo edita en 1976 el disco cargado de reivindicaciones ecológicas "La huerta atómica", o un año después "Al-Ándalus", anticipo de la fusión rock-flamenco.
Se atreve con todo, apuesta, innova, y eso le supone a veces perder, y no poco, pero canciones inequívocas en su trayectoria com "Santa Lucía", de Roque Narvaja, o "Extraños en el escaparate" lo conforman como el gran artista que nunca se rinde.
Prueba de ello son sus macroespectáculos, innovadores, con inversiones millonarias, que sólo él era capaz de promover a principios de los ochenta: "Rock and Ríos" (el mayor éxito de su carrera según los expertos) "El Rock de una noche de verano" (donde tuvo a Luz Casal y a Leño como teloneros) "Rock en el ruedo"...
Lo recuerdo a lo largo de mi vida y de la de otros muy cercanos... me acuerdo de aquel programa de TV que él presentaba y con el que ganó un premio Ondas "¡Qué noche la de aquel año", inolvidable la gira "El gusto es nuestro", en el 96, junto a Serrat, Victor Manuel y Ana Belén, esa manera de correr de lado a lado del escenario, de saltar, de pasárselo bien... porque eso es lo que transmite: alguien que cree en lo que hace, lo disfruta y lo transmite. En 1999 le otorgan la Medalla de Oro al mérito laboral y en 2003 Saramago le entrega el Premio de Honor de la Academia de las Artes y Ciencias de la Música.
Los primeros pantalones vaqueros de rayas se los ví a él. Mi primo y todos sus fans se los compraron también. Lo que más me ha gustado de él, siempre, es ese pelo rizado, color azabache, sus cazadoras de cuero negro, y su sonrisa, nada que ver con la de un tipo duro, sino con la de los viejos rockeros, esos que nunca mueren, pese a vivir tantas vidas en una, y con tanta intensidad.
Ha vuelto a vivir en Granada, casi nada... en 2004 para celebrar su 60 aniversario publica 60mp3 dedicado al Blues, disco en el que colabora el guitarrista Jhon Parsons y el poeta Luis García Montero, gran amigo suyo.
En 2010 titula a su gira de despedida "Bye, bye Ríos" y se retira como músico profesional dedicándose a colaboraciones esporádicas y causas benéficas.
Para mí saber retirarse a tiempo es una cuestión de caballeros Don Miguel.
Y ante usted siempre me quitaré el sombrero. Felicidades.
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