GABO
La vida no perdona. El Alzheimer tampoco, no conoce fronteras ni tiene compasión.
Una de las peores noticias de este verano, junto con el reciente fallecimiento de Esther Tusquets (cuanto aprendí de ella a través de sus palabras en la charla que tuve el placer de presenciar en la Casa de la Mujer, o leyendo "El mismo mar de todos los veranos"), ha sido constatar que el Nobel de Aracataca (Colombia, 6 de Marzo de 1927), Gabriel José de la Concordia García Márquez, no volverá a escribir debido a su implacable demencia senil. Así lo comunicó su hermano Jaime, recordando que es esta enfermedad que ataca a toda su familia.
Nunca he leído a nadie comparable con García Márquez. Ni de lejos. De eso debe tratarse un Premio Nobel (1982), resaltar la excelencia, mostrarle al mundo lo magistral e incalificable. Su discurso de aceptación del Premio se tituló "La soledad de América Latina", siendo el primer autor colombiano en recibir este galardón.
"Cien años de soledad" (1967) existe y existirá en el mundo como un planeta mundialmente reconocido, con su hábitat, sus coordenadas y sus expertos en desmenuzar una ficción que se entremezcla con la realidad hasta convertirse en un híbrido perfecto. Dicen que eso se llama "realismo mágico".
"El amor en los tiempos del cólera" (1985) (para mí la mejor historia de amor jamás contada) y "El coronel no tiene quien le escriba" (1961) generaron en mí la admiración que le tengo, y que permanecerá en el tiempo, a ratos como lluvia desolada, cuando recuerde que ya no está, o que es como si no estuviera, después de sobrevivir a un cáncer linfático y de declarar cosas como esta:
Hace más de un año fui sometido a un tratamiento de tres meses contra un linfoma, y hoy me sorprendo yo mismo de la enorme lotería que ha sido ese tropiezo en mi vida. Por el temor de no tener tiempo para terminar los tres tomos de mis memorias y dos libros de cuentos que tenía a medias, reduje al mínimo las relaciones con mis amigos, desconecté el teléfono, cancelé los viajes y toda clase de compromisos pendientes y futuros, y me encerré a escribir todos los días sin interrupción desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde. Durante ese tiempo, ya sin medicinas de ninguna clase, mis relaciones con los médicos se redujeron a controles anuales y a una dieta sencilla para no pasarme de peso. Mientras tanto, regresé al periodismo, volví a mi vicio favorito de la música y me puse al día en mis lecturas atrasadas.
Resulta, después de todo, que el peor de los males, la gangrena definitiva, no trepa por la sangre, no se extirpa... devora la memoria. Sin remisión.
Artículo: El olvido se adentra en la mente de García Márquez:http://alt1040.com/2012/07/olvido-mente-gabriel-garcia-marquez
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