"Llévame a casa"
Jesús Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972) es otro nivel.
Podría empezar desmenuzando su última novela "Llévame a casa" (Seix Barral, 2021), de plena actualidad, intensa cotidiana, viva, centrada en los compromisos familiares y en la tarea de los cuidados cuando la ocasión obliga, o comenzar con la primera, "Intemperie" (2013), llevada al cine por Benito Zambrano y protagonizada por un magistral Luis Tosar, un drama tipo western dónde la huída de un niño de un poblado gobernado por un caciquismo feroz planta sobre la mesa algo tan misterioso e insondable como la incondicionalidad.
Pero prefiero poner el foco en el autor. Sobre todo cuando es mucho más que eso. Alguien capaz de recrear espacios con precisión de relojero, perfecto diseñador de emociones, escritor metódico, hábil, fundamentado, con memoria histórica y equipaje, con vivencias, países y raíces de las que tirar con cuidado.
Sus descripciones son únicas, no conozco hoy en día a ningún otro autor capaz de bordarlas así:
"Sólo ha pasado cuatro años fuera, pero en ese tiempo le han sucedido tantas cosas que su mirada se ha movido de lugar"
"Un hombre sin nadie a quien entregarle sus afectos es un hombre al que le sobran"
"Uno no puede huir de sí mismo, ni esconderse. Por mucho que se vaya a Escocia, a Australia o a la estación espacial, uno llevas sus jugos gástricos consigo".
Y así un reguero.
Y así Juan, que se escapó de un ambiente cerrado y conservador mintiendo, poniendo excusas para no volver, tratando de ser libre muy lejos, se ve obligado a regresar a su pueblo natal tras el fallecimiento de su padre y quedando al cuidado de su madre enferma de Alzheimer.
Hasta ahí las coordenadas de lo sencillo.
Pero absolutamente nada es lo que parece.
Detrás están todas las conversaciones que no tuvieron ni tendrán ya lugar, está saber convivir, o no, con el dolor y la enfermedad, está todo lo que no se elige, pero te elige a tí.
Y están las decisiones que uno debe tomar, porque así ha sido, es y será, herederos de falsas promesas y destinos viciados, torpes, irrevocables.
La novela no es de una intensidad apremiante, no es densa. Es un pedazo de intimidad y una chaqueta de lana, un hule de plástico, las almendras, una fábrica de puertas, un coche que no funciona, un amigo de la infancia, el lenguaje de las medicinas, un perro fiel... son los ingredientes cotidianos de cualquier vida anónima que en este caso cobran protagonismo de actualidad, porque te piden que no mires para otro lado, te toman por la barbilla, y tú qué tienes qué decir, tú que harías en su lugar, tú que harías...
"Llévame a casa" duele, en algún punto de la memoria de cualquiera, duele.
Es una lectura sencilla, pero no fácil.
Sobre todo evidencia el gran vacío asistencial en la política de cuidados a los más vulnerables y dependientes. A pesar de los años y de los daños sólo la familia sostiene. Cadena perpetua.
Lectura de obligado cumplimiento si tendemos a diferenciarnos de los animales y ser cada vez más humanos, más despojados de hipocresía.
Jesús Carrasco Jaramillo es, sin duda, otro nivel.
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