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MARTES DE CENIZA

"MALAHERBA"

"MALAHERBA"

Manuel Jabois, Sanxenso, Pontevedra (1978), ese periodista de El País y de la Cadena SER que no pasa desapercibido, vehemente,  inconformista e incómodo para los "doctores" en narrativa, con un gran número de seguidores (que se traduce en ventas) y que también publica (nada es casualidad) con Pepitas de Calabaza (ver entrada anterior de este blog) ha caído en mis manos lectoras con Malaherba (2019), una novela sobre el tránsito de la niñez a la edad adulta y el protagonismo, la referencia, que suponen el grupo de iguales y la familia en una edad en la que se entremezcla el juego, la tristeza, la duda, la certeza, el delirio, la trasgresión, el miedo, la consciencia...

«La primera vez que papá murió todos pensamos que estaba fingiendo

Así comienza, en la Galicia opaca de los ochenta, en un contexto socio económico y familiar precarios, con unos padres que hacen lo imposible por no desamparar, pero sin recursos emocionales ni para cuidarse ellos mismos.

Tambu tiene una hermana que se llama Rebe, con la que existe una afinidad animal, sostenida en la protección, en los silencios, en el cuidado que la hermana mayor, adoptando el papel de adulta, procura ofrecer a su hermano, un muchacho que no quiere crecer, pero crece, que no quiere mirar, pero mira, que intenta domesticar al miedo, pero el miedo lo fagocita...

Y está Elvis, que es su amigo, un chico especial, distinto en medio de una jungla de arquetipos salvajes que intentan sobrevivir a fuerza de machacar al más débil.

Lo de toda la vida pero desde el ojo del huracán, desde la pupila.

Dice el propio Jabois sobre su escritura que sabe dosificar, sacar la máxima rentabilidad a los cuatro recursos literarios que posee.

No lo he leído lo suficiente para confirmar sus palabras, pero, Malaherba, que en su parte central y por momentos llegó a parecerme otro "Manolito Gafotas" pero en versión más cruda y niño más "malote",  (me relajé demasiado o me aburrí sin causa, desde luego) es mucho más que cuatro piezas que encajan envueltas con un lazo.

Hay una dosificación perfecta de lo que no se quiere dejar en el tintero: mirada interior, sociedad del momento, la escuela, las cosas que importan cuando tienes trece años y vives en permanente estado de alerta, lo que sabes que no puedes, que no debes contar, lo que te cuentan y no sabes cómo gestionar, tragarte las ganas de llorar y hasta las de reir, a veces, sentir, por encimar de todo, sentir, elegir, estar vivo.

No es un relato fácil, no huele a rosas rojas ni se devora como un fresón.

Resulta inquietante y tiene, como las grandes novelas, un final sorprendente pero no inesperado, porque cuando ya no existen límtes y no hay red bajo la cuerda de funambulista cualquier cosa es posible.

Directa, a corazón abierto, una novela para seguir explorando la controversia emocional y el buen hacer de Manuel Jabois.

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