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MARTES DE CENIZA

SOBRINOS

SOBRINOS

 

-A Alejandro, Álvaro, Paula, Mario, María, Raquel y ¿?

Los sobrinos y las sobrinas componen esa parte inimaginable del universo familiar.  No los proyectamos.  No pensamos en la cara que tendrán los hijos e hijas de nuestros hermanos, los sobrinos políticos que adquiriremos tras un compromiso de pareja, cómo serán sus identidades, los regalos de Reyes y los aspectos menudos de su cada día que aterrizarán en nuestra mesa como noticias breves del Telediario.  Pero de repente llegan, se asoman y ocupan un espacio antes desierto, hipotético.  Le salen más puntas a la estrella y le nacen nuevos tentáculos al pulpo domesticado, porque el panorama familiar crece, se ramifica con gente que tiene algo de nosotros, que surge después que nosotros y que nos sucederá.

De los sobrinos uno es un espectador comprometido a medias.  Esa libertad que te da el prescindir de responsabilidades troncales hay que aprovecharla para aprender de ellos y de ellas, para acompañarlos cuando podamos y nos dejen, contándoles que cambian las épocas y los escenarios, pero el miedo, la pasión, el vértigo y la soledad son los mismos en todas partes.  Sin batallitas.  Que nadie nace adulto y a nadie le preguntan si quiere serlo.  Que si no de qué.

Puede que nuestro sobrinos sean listos y no aprendan de nuestros errores, ni tan siquiera de los suyos, es más, puede que reproduzcan episodios transmitidos genéticamente, pero aún así, y con la única herencia del tiempo por delante, el boomerang de la vida los precipitará hacia la propia vida sembrada de oportunidades diferentes, cotos privados y selvas vírgenes.

Dejémosles la puerta abierta para que de vez en cuando regresen a contarnos como se vive en su lado de acera soleada.

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