HALLAZGOS DE BIBLIOTECA
La Biblioteca de mi barrio lleva el nombre de María Moliner, y anteriormente fue un convento y un cuartel. Está pegada al Museo de Historia, enclavada en una plaza del Casco Histórico dónde todavía juegan los niños a la pelota y se cuelan más coches de los que deberían. Ni siquiera tengo que cruzar de calle, y vamos a ella como quien va a otra habitación de su casa donde sabe que va a encontrar la comodidad precisa. La biblioteca es nueva, no está masificada e invita al recogimiento y la lectura en todas sus salas. Me gusta mucho y me gusta lo que descubro en ella. Sólo de pensar que puedan cobrarnos por el préstamo de un material público que pagamos entre todos ... en fin, esa es otra historia. Me pierdo entre los volúmenes de sus estanterías mientras una mesa central invita a acercarse a libros y documentos relacionados con un mismo tema (el agua, el reciclaje, los juegos olímpicos...). Suelo encontrar novelas de autores para mí poco conocidos, porque una siempre se pierde más cosas e información de las que debería y llega a ciertas playas cuando ya han partido todas las embarcaciones. Pero bueno, más vale tarde que nunca, como en el caso de "La Edad Secreta", de Eugenia Rico (Oviedo, 1970) Finalista del premio Primavera de Novela en el 2004. En principio me atrae el argumento de una mujer que tras sobrevivir a una enfermedad terminal se lanza a la carretera rompiendo con todo, a lo Thelma y Louise. Y me voy encontrando con una novela que según mi opinión personal, brilla más en lo particular que en lo general. Es decir, tiene frases absolutamente brillantes, párrafos de una riqueza literaria extraordinaria, que pesan más, como diamantes auténticos, que el collar completo: "Quizá fuera mejor, porque las cosas que parece que no pesan son siempre las que inclinan la balanza." Buena estructura, impecable desarrollo y una ausencia de diálogo que no se echa de menos. Se lee rapidito, porque está enfocada en monólogos, microrelatos sobre una misma peripecia. Me ha sorprendido gratamente, pese a estar premiada (bueno, finalista), porque las novelas de grandes letreros archipremiadas dejaron de sorprenderme hace tiempo... Os la recomiendo en este mes de este año en el que la lectura nos salvará, como siempre, de la realidad. En Enero se cumple un año de la muerte de Ángel González, recordándole leyéndolo equivale a una incuestionable eternidad ¿o no?
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Lúa Meseguer -