08 DE MARZO
"El Día Internacional de la Mujer, que tiene sus orígenes indiscutiblemente en el movimiento internacional de mujeres socialistas de finales del siglo XIX, tenía como finalidad exclusiva promover la lucha por el derecho al voto de la mujer, sin ningún tipo de restricción basada en el nivel de riqueza, propiedades o educación.
Cuando se celebró el primer Día Internacional de la Mujer en 1911, más de un millón de mujeres participó públicamente en él.
Además del derecho a voto y a ocupar cargos públicos, demandaban el derecho a trabajar, a la enseñanza vocacional y el fin de la discriminación en el trabajo".
Declarado por la Asamblea General de Naciones Unidas.
Fuente de información:
ANA ISABEL ÁLVAREZ GONZÁLEZ
(1999) Los orígenes y la celebración del Día
Internacional de la Mujer, 1910-1945. KRK-Ediciones: Oviedo.
No sé que decir porque me gustaría sentirme más optimista de lo que me siento al escribir estas líneas. Sé que se han conseguido avances, que ahora hay muchas alumnas en Ingeniería Industrial, que no necesitas una autorización de tu padre o tu marido a la hora de comprarte un coche, que puedes entrar a tomarte un café al teleclub del pueblo sin necesidad de confesión al párroco ... pero son tantos los años de patrones repetidos, adquiridos mansamente como una herencia genética que sigo desconfiando de la realidad práctica de esos avances. Cuando seguimos teniendo que salir a la calle cada 8 de Marzo para reivindicar este día es por algo. Por algo que no termina de suceder.
La violencia machista sigue cubriendo cada día la primera página de los periódicos, se nos sigue preguntando en una entrevista de trabajo si tenemos hijos o pensamos quedarnos embarazadas, son numerosos los casos en que desempeñando las mismas funciones que un hombre el salario es menor, y cada año desde hace décadas salimos tal día como hoy a la calle gritando los mismos lemas: “Nosotras parimos, nosotras decidimos”.
Algo ha debido cambiar, porque en mi caso, no soy yo la que cocina en casa, y en lugar de reprobármelo ahora hay quien me mira con condescendencia. Esa mirada se convierte en asombro cuando decido marcharme un fin de semana fuera mientras mi hijo se queda con su padre, y no con el vecino del 5º, cosa del todo improbable porque mi casa sólo tiene tres alturas. Y curiosamente quien primero me pone en tela de juicio son mis compañeras de generación y género.
Creo pues que los tiempos avanzan que es una barbaridad, como decía la canción, pero las personas no, su cambio viene predeterminado por tantas cosas que el sistema, poco amigo de aceptar las diferencias, se ralentiza en exceso.
En este 08 de Marzo se me pone algo de niebla en la mirada, cierta melancolía de ir cumpliendo años y no terminar de creerme los grandes logros de la modernidad, como el camelo de la conciliación de la vida familiar y laboral, entre otros. Necesito creer en el esfuerzo de las nuevas generaciones, que se supone vienen más preparadas, más guerreras, y con menos restricciones mentales, sin olvidar a puñados de mujeres que se manifestaron y manifiestan públicamente a favor de una igualdad para la que todavía queda mucho trecho: Dolores Ibarruri, Victoria Kent, Les Dones del 36, Mª Teresa León, Haifa Haidar, Carmen Alborch, Amelia Valcárcel y un largo etcétera que no puede englobar a todas, pero que nos identifica, por encima de cualquier frontera.
Conozco a un hombre que es matrona. Voy a tener que enmendarme y comenzar a creer que el cambio es posible.
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