CORAZÓN DE LIBRO
De no haber sido por el aldabonazo en la memoria que me provocó la entrada de Ramón De Aguilar en su blog http://ramondeaguilar.blogia.com (y por extensión el escrito de Noelia) yo no hubiera redactado nada en este espacio sobre el día del libro. Porque creo que todos la jornadas y onomásticas que se institucionalizan se desvirtúan, aunque París bien valga una misa y cualquier excusa sea buena para seguir impulsando la difusión y venta de libros. Libros físicos, con su olor a papel nuevo o a chocolate, como huelen ahora algunos libros juveniles del Barco de Vapor (también los hay que se carcajean, o en los que se escucha un batir de alas de murciélago...). Conozco a gente que sólo compra libros el 23 de Abril, libros para toda la familia, un día al año, para que luego no digan que en este pais no se lee, eso sí, los elige cuidadosamente teniendo en cuenta el tono de los muebles del salón, nunca de tapas blandas porque esos no lucen, y una vez comprados los muestran públicamente haciendo ostentación del lujo.
Es hermoso ver los puestos al sol, bajo los arcos del Paseo Independencia, y dejarse conquistar por los títulos, las texturas y los colores que nos llaman por algún motivo especial y emocionante que sólo ellos conocen. Aunque yo necesito saciar el vicio literario entre estanterías con poca luz y apenas ruido de fondo. Buscar sin prisas como si el tiempo se detuviese. Por eso la entrada de Ramón y el escrito de Noelia han abierto la caja de Pandora de algunos episodios imprescindibles en mi trayectoria como lectora.
La primera imagen que me viene a la cabeza es la de pasar tardes enteras entre los rincones de la "Librería Pérez", que se encontraba en la zona conocida como El Tubo. Ofertaba libros nuevos, de coleccionista y de seguda, tercera o cuarta mano, lo ofertaba todo, de chicos y grandes, tebeos, revistas, almanaques, en montones en el suelo, en mesas, estanterías giratorias o ancladas a la pared. Allá donde mirases había libros, resultaba imposible no dejarse conquistar. Era el premio que nos otorgaba mi madre una vez al mes y en función del presupuesto familiar, a veces daba para tebeos de Esther y alguno viejo de Sissí Emperatriz, otras conseguíamos algún último título de Los Cinco, de Puck o de Torres de Malory ... Descubrí allí "La Dama de las Camelias", a Juan Rulfo y me enamoré por primera vez de "Platero y yo". Las visitas a esa librería eran un lujo incomparable y supusieron contagiarnos el hábito lector y alimentarlo para que creciera.
Después, evocando las sensaciones que pueden palparse en el escrito al que hago referencia, una cierra los ojos y recuerda como descubrió el "El Jardín Extranjero" de Luis García Montero, y como muchos años después, en una feria del libro, logró un ejemplar dedicado de "La intimidad de la serpiente", siente en las yemas de los dedos, los libros fetiche, aquellos que rescataría de un incendio o se llevaría a una isla desierta sin dudarlo un instante, y sabe que la sensación única y especial que dejan algunos libros al ser leídos por primera vez ("La mujer habitada", "La escala de los mapas", "El mismo mar de todos los veranos"...) nunca volverá a repetirse porque así debe ser.
Siempre, cuando adquirimos un libro y lo llevamos hasta casa entre las manos, estamos raptando el corazón de un secreto aún por descubrir. De entre los últimos libros que han llegado a mi vida, quiero nombrar el que me regaló Berta hace año y medio, "Corazón de Tinta" de Cornelia Funke. Quiero destacarlo porque lo miré con algo del prejuicio y la poca fe con la que suelo mirar la literatura fantástica. Y me los tuve que tragar con patatas a los pequeños demonios que me susurraban al oído. Porque encontrar a Dedo Polvoriento, Capricornio, Lengua de Brujo o Meggie fue un descubrimiento maravilloso. Un argumento creado en torno a los libros, a las bibliotecas, a los personajes imaginarios y a los reales que me subyugó por completo. Cada capítulo va precedido de una cita que tiene que ver con libros que hablan de libros. Todavía no he leído su continuación: "Sangre de tinta", pero todo llegará.
La literatura, como pocas cosas en la vida, siempre está dispuesta a sorprendernos.
Gracias a Ramón y a Noelia, por recordarme la esencia de cada uno puesta sobre el día del libro.
4 comentarios
Ramón -
Luis Aparicio -
Shey -
Bárbara -
Un beso.