REVERENCIAS AL MAESTRO
Anoche la vida me besó en la boca desplegándose como un atlas y paseándome después por las calles en volandas...
En la sala Mozart del Auditorio actuó Joan Manuel Serrat, durante dos horas, acompañado por el maestro Miralles (ese maravilloso tándem), un piano y una guitarra, el Serrat más íntimo, más mayor, pero no por ello cansado, sobrevenido ni previsible. Al contrario, pese a que su voz no se encontraba en perfectas condiciones, descubrí a un monologuista brillante, irónico y entrañable que ya sólo hace aquellas cosas que le satisfacen y que a golpe de versos y sin pretenderlo, ha alcanzado la inmortalidad artística. Merecida por honestidad y por ser capaz de escribir lo que escribe. Si no leísteis en su momento el discurso de su envestidura Honoris Causa por la Complutense de Madrid: www.ucm.es no dejéis de hacerlo, porque es una clara radiografía del artista, de su trayectoria y de su obra que pone los pelos de punta.
Porque para mí esa es lo que diferencia a Serrat del resto de compositores y cantantes: su capacidad para conmover. Sigue transmitiendo canciones compuestas hace treinta años como si fuesen nuevas, palomas mensajeras sobrevolando nuestras cabezas con la ilusión, la fuerza y la promesa en el aire del primer dia.
Fue un anfitrión elegante, la esencia viva de las cosas que no deberían perderse.
Es un poeta, de eso no cabe duda, que después de reconciliarnos con la vida nos la devolvió recién parida oliendo a humanidad, empatía y pequeñas cosas.
Cantó todos sus excelencias, hasta "Los Fantasmas del Roxy", una de mis preferidas, mientras se proyectaban fotografías en un pantalla colgada del techo con forma de estrella.
Íbamos a emocionarnos, a ver lo que vimos, el público estaba entregado en el primer acorde de su primer tema "Cantares", porque se trataba de Serrat y no podía ser de otra manera.
Ver el pleno de la sala Mozart de pie varias veces, dejándose las palmas de las manos aplaudiendo, fue un merecido homenaje, uno más y siempre pocos, para el nen del poble sec, a quien jamás podrán abandonar las musas, elegantes y discretas, como él.
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