ZENOBIA, EL FARO
El faro de Juan Ramón Jiménez, la luz de sus crisis depresivas, su carácter huraño y sus hipocondrias.
Le debo a "Platero y Yo" mi afición por la poesía, por esa prosa lírica, incomparable, del señor que no utilizaba la letra g. Descubrirlo fue empezar a comprender lo que significa, al menos para mí, cierto "control de calidad" en lo que a literatura se refiere.
Pero él nunca pudo compensar a Zenobia (tampoco ella lo esperaba) por tanta dedicación y tanta lucha, sobre todo en favor de una poesía que acabaría siendo Universal. El 25 de Octubre de 1956 es ella, moribunda y postrada en la cama de una Clínica de Puerto Rico, quien notifica a Juan Ramón la concesión del Nobel de Literatura. Tres días después, satisfecha por haber acompañado al poeta hasta la cumbre, según cuentan quienes la conocieron, falleció a consecuencia de un cáncer del que ya había sido operada en Boston en el año 1951.
Creo y me atrevo a proclamar, que Zenobia Camprubí Aymar (Malgrat de Mar 1887, Puerto Rico 1956) no estuvo detrás ni a la sombra de nadie. Porque fue una de las primeras mujeres feministas de este pais, junto a Victoria Kent, porque le llamaban "la americanita" por sus continuos viajes a Estados Unidos, porque escribía cuentos en castellano y en inglés, porque se casó por aquel entonces con veintinueve años y tiempo suficiente para haber conseguido el estrellato literario si hubiera escrito lo suficientemente bien, tal y como cuenta ella en sus propios diarios. Zenobia apostó jugándoselo todo a una carta, comprendió la dimensión del artista con el que convivía, y ganó. Luchó emprendiendo pequeños negocios cuando las crisis económicas amenazaban, fue la secretaria, la agente y hasta la "psicóloga" del poeta, que falleció dos años después que ella sumido en la más profunda tristeza.
El conjunto de la obra de Juan Ramón Jiménez no sería hoy lo que es sin la influencia y el trabajo de Zenobia.
Tampoco ella abandonó nunca sus propias creaciones, entre las que destacan la traducción de la obra completa de Rabrindanath Tagore, ensayos críticos sobre la producción de Sorolla, y sus diarios.
Tras haberse conocido en una conferencia que Bartolomé Cossío dio en la Residencia de Estudiantes en el Madrid de 1913, la pareja comienza un periplo que les llevaría a casarse tres años más tarde pese a la disconformidad de la madre de Zenobia, a trabajar codo con codo por la difusión de una obra literaria que a Zenobia le resultaba al principio algo pueril y desprovista de ciertos compromisos, al exilio, a los ingresos de Juan Ramón por su delicada salud mental, a las aulas de las Universidades en las que ambos trabajaron como profesores, a la enfermedad de Zenobia, a Estados Unidos, a Latinoamérica y a Moguer, donde hoy descansan juntas las cenizas de ambos.
Fue una carrera de fondo en la que Zenobia nunca tiró la toalla pese a la dificultad de la aventura.
En Moguer, pueblo natal del poeta, la calle de las flores pasó a llamarse calle Zenobia Camprubí desde el mismo día de su fallecimiento, y se suspendieron los actos de celebración por el Premio Nobel.
No fue pues una mujer desapercibida ni ensombrecida, sino el apoyo fundamental de un creador genial que siempre la necesitó.
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