CARMEN CONDE
Esta maestra, narradora y poeta española vivió ochenta y nueve prolíficos años bajo el compromiso permanente con la educación y la palabra. Fue la primera académica de número en la Real Academia Española, pronunciando su discurso de entrada en 1979, este se tituló: "Poesía ante el tiempo y la inmortalidad". Junto con Antonio Oliver Belmás, su gran compañero de viaje, fundó en 1931 la primera Universidad Popular de Cartagena. Ambos crearon la revista "Presencia" auxiliados por el Patronato de Misiones Pedagógicas. Cada uno desarrolló su labor literaria por separado, al tiempo que publicaban de manera conjunta colaboraciones en revistas nacionales e hispanoamericanas. En 1934, Carmen Conde publica "Júbilos", con prólogo de Gabriela Mistral.
Al estallar la Guerra Civil Antonio Oliver se alista en el bando Republicano. No volverán a vivir juntos hasta 1945, en la Pensión Valls de la calle Goya en Madrid. Tras años de vivir escondidos y publicar bajo seudónimo, ella pasará a ser la asesora literaria de la Editorial Alhambra y escribirá algunas de sus obras más importantes como "Mujer sin Edén".
En 1956 la pareja gestiona la cesión al Ministerio de Educación Nacional del archivo de Rubén Darío, que se encontraba en poder de su última compañera, Francisca Sánchez.
El 28 de Julio de 1968 muere Antonio Oliver, tres años más tarde Carmen promociona la edición de las obras completas de su marido.
Cuando en 1987 recibe el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por "Canciones de nana y desvelo" ya luchaba contra el Alzheimer desde hacía tiempo.
En 1992 lega en su testamento la totalidad de su obra y la de su marido al Ayuntamiento de Cartagena.
José Luis Ferris ha publicado en Temas de Hoy: "Carmen Conde. Vida, pasión y verso de una escritora olvidada". Un libro más que recomendable para entender la vida, la lucha y la dedicación literaria de esta gran mujer, que como otras de su generación y debido a sus ideales, permanecieron arrinconadas en el recuerdo y despojadas de méritos.
Nunca es tarde para quitarse el sombrero.
He vuelto por el camino sin hierba.
Voy al río en busca de mi sombra.
Qué soledad sellada de luna fría.
Qué soledad de agua sin sirenas rojas.
Qué soledad de pinos ácidos errantes...
Voy a recoger mis ojos
abandonados en la orilla.
(Carmen Conde)
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