"PARA QUE NO ME OLVIDES"
Es el título de la película que anoche ví en la 2. Como no ponen anuncios si el argumento es bueno resulta imposible desengancharse o separar la pestaña del televisor. Y el argumento era muy bueno. Me gustan los dramas. Si son cotidianos, familiares, si pueden recordarte a algo o a alguien y empatizas sin darte cuenta, más. La película gozaba de todos esos ingredientes. Y además tenía a Fernando Fernán-Gómez, en el papel de Mateo, el abuelo del protagonista, un niño de la Guerra Civil que sin hacer bandera de ello entiende el amor, el olvido y la muerte con la dignidad de los héroes silenciosos. En la película juegan un papel fundamental las palabras, crean espacios, espacios en el futuro y en el presente, crean recuerdos, rostros, cuadernos para entender la vida y lavarle la cara, están escritas, o no se dicen, o las publicaron hace muchos años... porque en el largometraje hay un baúl lleno de libros que es como la mayor de las sorpresas de una peli de ciencia-ficción, y cierra el círculo, y cura un poco la herida, y los hace mejores, a ellos y a los espectadores. En "Para que no me olvides" (2005) la pena duele en el cielo de la boca y en la boca del estómago, está ahí, tan evidente y diáfana como la ausencia, pero está por algo, para llevarnos de la mano hacia delante, haciéndonos comprender que, de una manera u otra, pero siempre a través del afecto, podremos continuar hacia delante. Patricia Ferreira dirige un argumento veraz, cercano, con el que resulta inevitable comprometerse, a veces dan ganas de salir corriendo en dirección contraria por todas las emociones que nos provoca, pero volvemos, como no, a tocar fondo para recuperar nuestra esencia, esos momentos pequeños, apenas perceptibles, que dignifican cualquier existencia.
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