EL DICCIONARIO
María Juana Moliner Ruiz nació en Paniza (Zaragoza) un 30 de Marzo de 1900 y falleció en Madrid un 22 de Enero de 1981. Fue bibliotecónoma, filóloga, lexicógrafa y presa de una mala suerte brutal, pese a estudiar en la Institución Libre de Enseñanza y ganar años después las oposiciones para el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, destinada primero en Simancas, luego en Murcia y a comienzos de los años 30 en Valencia.
Cuando tenía 14 años su padre marcha a Argentina abandonando a la familia (madre y tres hermanos); resulta extremadamente necesario el pequeño sueldo de María dando clases particulares. Once años después se casa en Murcia con Fernando Ramón Ferrando, físico y como ella, de izquierdas, así lo demuestra su vinculación con las Misiones Pedagógicas y sus tratados sobre bibliotecas rurales, redes de bibliotecas y su actividad dentro de la política bilbiotecaria nacional. Tienen cuatro hijos. Al término de la Guerra Civil él pierde su cátedra y María desciende dieciocho niveles en el escalafón del cuerpo. En 1946 Fernando es rehabilitado y ella se incorpora a la Biblioteca de la Escuela Técnica superior de Ingenieros Industriales de Madrid, siendo su directora hasta su jubilación en 1970.
Era 1952 cuando después de mucho tiempo anotando vocablos de diferentes significados su hijo Fernando le trae de París un libro que provoca en ella la necesidad de crear un Diccionario de Uso del Español al que al principio piensa dedicarle dos años, que se convertirían en más de quince trabajando siempre en casa. La primera y única edición original autorizada por ella la publica Gredos en 1967. Dámaso Alonso, Laín Entralgo y Rafael Lapesa la proponen como la Académica de la Lengua que nunca llegó a ser (ella misma reconoció que en caso de haber escrito su famoso diccionario un hombre...). Carmen Conde, primera mujer admitida en la Academia, manifestó siempre que ocupaba el puesto destinado a María Moliner.
El discurso que tantas veces había imaginado y nunca pudo pronunciar, y la defensa de su gran obra, un diccionario popular, lejos de lo institucional, que recoge palabras empleadas por tod@s, son los ejes vertebradores de la obra de teatro: "El Diccionario", una obra sobre el amor y la libertad en la que Vicky Peña, absolutamente magistral, y María Moliner, son una misma persona. En ella, toda una filóloga exiliada zurce calcetines y rellena fichas para un diccionario interminable. Nos cuenta mientras que se olvida de las cosas, y por ello acude a la consulta de un neurólogo donde le dictaminan la enfermedad que acabaría con la mente privilegiada de la gran autora: arterioesclerosis cerebral. Cuando más necesita a su pareja de toda la vida este se queda ciego: "Yo seré tus ojos y tú mi memoria", le dice María sobre un escenario en el que campan a sus anchas la calidad, el arte y el respeto. Jose Carlos Plaza, como director, ha sabido realizar su trabajo de una manera impecable, la emoción se palpa en el silencio del teatro desde el primer momento, emoción contenida y admiración absoluta hacia una mujer que perdió una hija además de la guerra, y que encontró en el trabajo una terapia para no enloquecer demasiado ni olvidarse de algunas cosas que tienen que ver con el compromiso, la libertad y la palabra.
Tengo que decir que el público ovacionó sinceramente la puesta en escena y la representación, de verdad inconmensurable, de la actriz principal, pero no llenó el teatro (sin embargo no quedaban entradas para el musical que recrea la trayectoria de Mecano), la vida de una mujer del siglo pasado que hizo poco más que escribir y promulgar la cultura como única herramienta para alcanzar la libertad quizás contenga pocos ingredientes atractivos para la inmensa mayoría, pero supone una lección de honor, una apuesta por la empatía y todo un homenaje al tiempo y las personas que trataron de construir un mañana mejor.
Yo he tenido la suerte de dejarme, junto con mi querida Berta, las manos aplaudiendo.
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