CUANDO TE ENCONTRÉ
Es cómo ver una de esas películas de las cuatro de la tarde, con manta y sofá cómo corresponde, y dejarse atrapar a sabiendas de lo previsible y de los tópicos que contiene, que no son pocos.
"Cuando te encontré" no es de una riqueza literaria merecedora de profundos análisis y tertulias de expertos lectores, no lo pretende. Sólo quiere ser una historia que acompaña, una de esas que se te pegan a los pies cómo una sombra durante unos cuantos días, y luego desaparecen en busca de alguien que les abra la puerta.
Tiene humanidad, tiene verdad y tiene vida. Por eso atrapa. Sencilla y gráfica te retuerce un poco las tripas, la medida necesaria para sentir la pena del otro, los caminos que no se eligen, los minutos exactos, aparentemente inofensivos, en los que todo cambia sin remedio.
Nathan MacCan es un hombre tranquilo, un tanto gris, dedicado a la contabilidad y a cazar patos. Una de esas madrugadas en las que sale al bosque acompañado por su perra descubre algo definitivo en el destino de todos los personajes de la novela, el cuerpo de un bebé recién nacido envuelto en una camiseta, depositado junto a un arbol. Cree que está muerto, pero bajo la luz de su linterna el niño (sí, es un niño al que llaman también Nat) gesticula, y ahí empieza la carrera contra el viento, llevarlo a un hospital, esperar su evolución, desear adoptarlo, que la madre biológica sea detenida y fallezca en la cárcel a los pocos días... el pequeño Nat es tutelado por la abuela materna, una mujer cansada, triste, desbordada, que, cuando el menor cumple quince años decide dejarlo en casa del hombre que lo encontró en el bosque, ese que en cada cumpleaños deposita sigilosamente en la puerta un regalo para Nat.
La norteamericana Catherine Ryan Hyde (1955) presenta una historia conmovedora sobre la incondicionalidad, ese vínculo mágico cuando se produce entre personas sin lazos de sangre. Los dos personajes principales, los dos Nathan, son tan importantes como los secundarios, seres bien definidos en los que podemos reconocernos, gente que busca a otra gente para que su vida cobre sentido, personas que sólo buscan un hogar y no precisamente con cuatro paredes, que también... Convertidas en estaciones, en puntos de partida, en límites y en razones para estar vivos.
Hay nieve en la novela, nieve que se observa a través de una ventana, una silla junto a la cama, huevos revueltos, combates de boxeo, mentiras, un jarrón roto, una tienda de helados, silencios, oscuridad y siempre, afortunadamente siempre, un lugar al que poder regresar.
La gente que pasa por nuestra vida y se queda... compone todo un mapa de coordenadas. Imposible perderse.
Una historia para tratar de ser mejores.
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