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MARTES DE CENIZA

"El Señor López y otras historias"

"El Señor López y otras historias"

El verano ha llegado y nadie sabe cuándo ha sido, porque nos han quitado tres meses de en medio con confinamientos, pandemias y otros argumentarios que bien podrían, ojalá,resultar ficción. 

Resulta que íbamos con chaqueta de lana en el momento en que un bichejo incontrolable contagiaba al mundo entero cebándose, cómo siempre, hasta los virus son clasistas, con los más débiles. Y hemos anochecido, con nuevos términos acuñados por vaya usted a saber, envueltos en una "nueva normalidad", que viene a resultar que la normalidad, como el DNI, tienen fecha de caducidad.

El caso es que pasamos de la chaqueta de lana a creer que la vida era una mala versión de sí misma, todos en tirantes, noches sofocantes pero mascarilla, imprescindible excepto en terrazas y exteriores muy lejanos y desérticos, para alegría, que tampoco les viene mal, de los hosteleros.

Yo he vuelto por mis fueros y cómo no hay medicamento que se me resista, pese a fisiólogas, benzodiazepinas, tranquilizantes, etc, no dan con la tecla quizá porque no la hay, vuelvo a pasar por las penurias propias del no dormir.  Así que recurro al flotador de la lectura, cómo última valla antes de la locura o la depresión generalizadas.

Y en mi empeño de descubrir todo lo que podría perderme sin saberlo (la aguja en el pajar) dí con el que podría ser, según dicen, uno de los grandes dramaturgos emergentes del teatro español. Solamente.

Nando López (Barcelona, 1977), novelista, dramaturgo, profesor, de los polifacéticos creadores, esos que investigan y prueban y se atreven y posiblemente hasta lo logren.

A mí es que me tocó dar con "Hasta nunca Peter Pan" (Espasa, Planeta, 2020), y seguro que es cosa mía y cuestión de orden que tiendo a saltarme. Quizás no debería haber empezado por ahí, la historia de un guionista mediocre que lleva mal la crisis de los cuarenta (él y todo su entorno), que todavía no ha roto el cordón umbilical con unos padres cultos, impecables y disciplinados, encadenando una ruptura amorosa tras otra, indeciso, friki del cine y la música de los 90, con una hermana melliza que obtiene profesionalmente todos los éxitos que él no consigue, y que deja a cargo de David (nuestro guionista) a su hijo adolescente durante un tiempo en el que ella debe viajar a la otra parte del mundo. Unai, cómo buen adolescente de novela, se las trae y no. Ha sufrido una separación traumática de su padre que le trae consecuencias y rupturas consigo mismo.

De ahí se podría sacar petróleo para un experto en literatura española contemporánea, literatura infantil y juvenil y literatura homosexual española (os prometo que no sabía que dentro de una literatura había tantas literaturas, como muñecas rusas, todas escaladas y bien catalogadas).

En resumidas cuentas no me ha gustado poco la última incursión en la novela de Nando López. No me ha gustado nada, tediosa, lenta y hasta me atrevería a decir, (yo, que he terminado la que posiblemente sea mi primera y última novela,  "Cómo esos viejos árboles" y que sin duda tendrá más taras que aciertos) que mal escrita, anodina, con un ritmo muy flojo, simple.

Pero siempre hay un roto para un descosido grande o pequeño, siempre.

Y surgió la vieja patria argentina con su hermoso lenguaje (te adaptas con algo de dificultad al principio, luego vuelas) y Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967) es un inafalible, cómo sólo puede serlo quién co-escribió el guión de "El secreto de sus ojos" o "La noche de los Giles". Sólo él, con su emotiva sencillez y su buen gusto ante todo, con novelas intergeneracionales cómo "Ser feliz era esto" (2014), también criticada en este blog, te devuelve a la maravilla de lo creíble. Lo compro a ojos cerrados. 

Su última novela se titula "Lo mucho que te amé" (Alfaguara, 2020), centrada en los años 50 y 60 del pasado siglo, cuatro hermanas y sus parejas componen un grupo compacto amante del cine. Van creciendo a la vez, teniendo hijos, discutiendo de política, cumpliendo con las costumbres y los ritos, conviviendo con una tía insoportable, hermana del padre, una de esas amas de llaves de las películas de miedo. ¡Ay la tía Rita y su maledicencia!  Por no hablar de sus presentimientos y del barniz de la escalera...  No hay familia sin secretos ni amores imposibles, hay memoria, hay respeto, el qué dirán y una mujer entre todas ellas que alcanza la medida de saltarse los patrones sociales porque quiere y porque puede.

Es linda y hermosa, cómo dirían los argentinos, "Lo mucho que te amé", sin demasiado almíbar ni demasiado de nada, tiene un punto exacto y limpio de sencillez y manos boca arriba.

Gracias Sacheri, porque cuando te leo o veo las películas en las que intervienes, esas en que alguno de sus protagonistas suele ser, para mayor seducción, Ricardo Darín, siento que la vida es fácil, que menos es más, que hay que mirar al lado y buscar ese hombro incondicional porque la soledad y la melancolía, a veces inevitables, no son el camino hacia la felicidad de las cosas pequeñas.

Este quilombo macanudo mereció la pena, pibe.


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