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MARTES DE CENIZA

JUNTOS, NADA MÁS

JUNTOS, NADA MÁS

Antes de llegar a Anna Gavalda (escritora y periodista francesa, 1970) me demoré en "El libro de Jonás", de Ramón Pernas (Lugo, 1952).  Es éste, sin lugar a dudas, un libro peculiar, especial y un tanto extraño.  Aunque ya sabemos que los menús literarios son a gusto de los paladares, y que lo que a mí me produce un tipo de sabor a otra persona puede parecerle exquisito, o no...

La primera parte del libro resulta casi perfecta. Armónica, bien descrita, anzuelo afilado. El ingrediente evocador de la niñez, la descripción de un suceso infantil en una plaza gallega durante la primera mitad del sigloXX... un recuerdo casi palpable, propio de una biografía novelada. Pernas se desenvuelve con la soltura de quien maneja el oficio narrativo con los elementos escogidos a conciencia.  Después y a mi entender la cosa desvaría, yo hubiese preferido que me contase otra historia, de otra forma, pero él tenía muy claro el devenir de una novela que considero pierde aire, como un globo sin anudar, la calidad descriptiva se logra mantener, pero la trama se ramifica hacia lugares que poco tienen que ver con el inicio, rebuscados, sin encanto y sin resultado. 

Pero llegó ese rincón del mundo que es mi librería de segunda mano, mi madriguera perfecta, ese lugar que siempre te espera. Y me enseñó a Anna Gavalda. Y ayer terminé "Juntos, nada más" (2007)... demoré cuanto pude el final, no quería acabarlo, no quería desprenderme de los personajes, de la casa en la que comparten su vida seres tan distintos y sin embargo afines, de los diálogos, del amor, no soy yo de hablar de amor a tumba abierta, pero es que este es amor del bueno, oigan, del cotidiano, del necesario, incondicional, vital, desinteresado, honesto y capaz.  Sólo eso. 

Cuando hay demanda hay cine. Novela convertida en argumento cinematográfico. Yo no he de verla, aunque es difícil que una historia tan sencilla, tan hermosa, tan comprometida y tan verdad se acabe convirtiendo en un fiasco, tiene mucho andamio del que poder agarrarse. Pero yo quiero imaginarme a Camille con sus cuadernos de pintura, hecha un ovillo en el sofá, cogiendo el metro, soportando a su madre a duras penas... y a Philibert con su porte aristocrático y su timidez de niño acosado abriéndose al mundo desde su tienda de postales... a Franck troceando verduras y batiendo natillas, siendo lo único que podía ser para sobrevivir, cocinero, y quiero imaginarme su moto y sus manos, cómo escucha música y cómo pescaba cuando era pequeño...la gran Paulette en su jardín, al sol, visitando museos con Camille, tejiendo bufandas, queriendo cómo se quiere cuando respiras o cuando andas, imperceptiblemente.

La novela es un milagro. Un pequeño milagro escondido en una historia de seres invisibles. Que casi nunca están, que apenas se quieren, que se temen a sí mismos... pero muy en el fondo guardan algo que les ayuda a continuar: generosidad y empatía. Resucitan porque el azar, o no tanto, les conduce a elegirse y a vivir juntos. La lealtad te convierte en familia y ellos crean una peculiar, enternecedora y única.

París ayuda. Y saber escribir. Y manejar los tiempos. Y las emociones.

"Estaba en la barra de un bar frente al restaurante en el que había quedado con su madre. Extendió las manos a ambos lados del vaso, y con los ojos cerrados, empezó a respirar muy despacito.  Esas comidas, por muy espaciadas que fueran, siempre la machacaban por dentro. Terminaba hecha polvo, tambaleándose, y como desollada viva. Como si su madre se dedicara, con una meticulosidad sádica, aunque probablemente insconsciente, a levantar las costras y volver a abrir, una a una, miles de pequeñas cicatrices."

La historia tiene fragmentos con los que resulta difícil no llorar, reir, recordar, conmoverse, conectar... la historia también es, en ocasiones, la mía, y conseguir eso, la identificación, es la excelencia de la novela, lo que la convierte en innolvidable.

Gracias, Anna Gavalda.

SIEMPRE ALBERTI

SIEMPRE ALBERTI

El verano y yo somos enemigos íntimos.  Tiene un aire de superioridad, un halo fraudulento de que todo es posible que me enerva. Por no tocar su eternidad, esa extensión que no alcanza final y siembra de paréntesis las esquinas.  Sopla sobre la vida tratando de restarle significado.

Así ocurre con la literatura. A lo peor es que existe literatura de verano y de invierno (hasta de entretiempo), cómo nos da por clasificarlo todo... el caso es que, en eso sí voy a darle su valor, el verano es una estación propicia para la lectura, te la sirve en bandeja, y con esa promesa de contar con todo el tiempo que antes no has tenido augura intensidad.

Comenzó Mayo con trampolín de altura olímpica, el último libro de Luis García Montero: "Palabras rotas", tratando de reivindicar el valor de los lugares públicos y privados que nos dan sentido como colectividad, aquellas palabras que de tan manidas se perdieron.  Y yo me perdí tratando de encontrar la esencia del director del Instituto Cervantes, esa prosa lírica emocionante y ciudadana que sin duda estaba, por momentos, aunque sumergida en cultismos y en una aureola casi épica que por poco logran, y no me gustaría jamás volver a pasar por ello, que no termine, precisamente yo, un libro de García Montero.

Cuando me empeño en apostar a caballo ganador deberían chirriarme los dientes en señal de preaviso, a ver si así me doy por enterada. Patricio Pron había ganado el Alfagura de Novela con "Mañana tendremos otros nombres". Intuía desde el principio que a Pron no "le pegan" algunos premios... pero el calor sofocante nubla el entendimiento y me sumergí de cabeza en una novela tediosa y plana, más de lo mismo de lo que nunca se termina, desamores tristes en sujetos inacabados de clase media-alta, prototipos, una narración que en nada se asemeja a apuestas anteriores del autor como "El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia" (2011). Esta vez no me inmolé, no fui capaz de terminarla.

Miré a mi alrededor. Los chalecos salvavidas suelen estar al alcance. Llevan aparejada una tabla que siempre flota.  Recordé que algunos clásicos se llaman así porque no defraudan nunca, son perennes. 

Crecí maravillada con la Generación del 27, con sus trayectorias literarias y amistosas, con la Residencia de Estudiantes y la mala suerte de toparse con la maldita Guerra Civil.  Recuerdo presenciar en tiempo y forma, testigo privilegiada, la llegada de Alberti a España bajando las escaleras de aquel avión, demasiado tarde quizás, pero la justicia reparatoria no es perfecta. Cómo recuerdo todo lo que él y Mª Teresa León me han enseñado sobre el exilio, la poesía, el teatro y la vida.

Guardo como canela en rama, azafrán en paño o trenza cortada, un "Retrato de Rafael Alberti" publicado por Galaxia Gutenberg y escrito por Mª Asunción Mateo poco antes del fallecimiento del "poeta en la calle" (cómo a él le gustaba definirse). Un Alberti anciano que jamás demostró serlo desgrana ante la periodista que se convertiría en su viuda, aspectos inéditos, pequeños, desapercibidos, de su extensa trayectoria. La espectacular galería de imágenes en blanco y negro que acompañan al libro, el testimonio de personajes que acompañaron a Alberti (Nuría Espert, Terenci Moix, Dámaso Alonso, Pablo Neruda....) convierten esta obra en una joya completa y en un equipaje imprescindible para quienes la literatura, de eso no me he olvidado, nos salvó la vida.

Entre las páginas conservo una factura del Círculo de Lectores por importe de dos mil quinientas sesenta y ocho pesetas de 1996 y una entrevista que reproduce Heraldo de Aragón tres años después a  Mª Asunción Mateo, un mes después del fallecimiento del escritor gaditano... curiosidades que palpitan en las estanterías cuando todo pasa por algo.  Se guarda mucho de lo que se guarda para ser recuperado en un momento clave.

Mi kit de supervivencia me ha salvado de la melancolía veraniega, del desencanto de los best-sellers refritos todos con los mismo aceites que se venden como churros.

Alberti nació demasiado pronto, pero aquel fue su tiempo, su capacidad inabordable para comprender y transmitir todas las cosas... para ser libre, a pesar de todo.

Lo que escribió cuando conoció a Mª Teresa León en 1930 me sirve para describir mi etapa antes de reencontrarlo: "Cuando tú apareciste/ penaba yo en la entraña más profunda/ de una cueva sin aire y sin salida".

Siempre vive Rafael Alberti.

"ANTONIO MACHADO. LOS DÍAS AZULES"

"ANTONIO MACHADO. LOS DÍAS AZULES"

Me gusta recordar a Machado, evocar su figura y su obra es un acto de justicia social y cultural. Hacerlo de manera renovada, novedosa, supone que haya nuevas generaciones que apuesten por la memoria, que crean en la reparación. Y eso reconforta.

Que una muchacha (Cecilia Hill, Lleida, 1985) y un muchacho (Josep Salvia,  Mollerusa, 1981) se emocionen viajando, estudiando y creando esta novela gráfica que viene a reproducir impecablemente (con sumo respeto y buen gusto) lo que fueron los últimos días del poeta, su exilio, su mala suerte, la enfermedad, sus familiares y los personajes que le acogieron en Collioure, es un acto de generosidad y valentía a partes iguales, además de un lujo que se han permitido y por el que les envidio insanamente.

Diábolo ediciones acaba de publicar este libro que cuenta con colaboraciones cómo la de Verónica Sierra Blas, profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de Alcalá de Henares, Directora del Archivo de la Fundación Antonio Machado de Collioure, o la de Miguel Barrero, novelista, premiado en varias ocasiones, que cuenta cómo la historia de este último viaje de Machado "es una sincera y dolorosa elegía al fracaso de la que probablemente fue la mejor idea que tuvo nunca España de sí misma". Ellos, junto con la cronobiografía del poeta publicada al final del libro, las citas y apuntes históricos de interés y esa última carta que recibe Don Antonio el mismo día de su fallecimiento procedente de Cambridge, dónde le ofrecen trabajo, por fin, aunque demasiado tarde, redondean una historia cuidada con esmero y dedicación, profundamente conmovedora.

La misión pedagógica de este libro es informar sobre el tremendo atentado que sufrió la cultura durante la Guerra Civil. La barbarie del exilio. Informa con pulcritud. Es tan sumamente bueno que convence a quienes no hemos sido nunca especialmente aficionadas-os al cómic narrativo (llámese novela gráfica, ilustrada o vaya usted a saber...). Hasta huele bien. Se hace brevísimo. Y se palpa el dolor, la tristeza, la miseria, la solidaridad, los libros, las carreteras, las despedidas, el mar... todo es una pieza única, compacta. Una obra de arte, de las que te gusta apreciar cuando les concedes un lugar de honor en tu librería y tu mirada las busca al pasar.

Cuando el recuerdo perdura a pesar de las décadas transcurridas y del empeño de algunos en sepultar lo honesto será por algo.

Entre otras cosas porque vale la pena contarlo.

"EL AZAR Y VICEVERSA"

"EL AZAR Y VICEVERSA"

El trotamundos de la novela nació en Rota (Cádiz), cómo el autor, Felipe Benítez Reyes (1960).  La trama es el transcurrir vital de Antonio, un personaje marcado por herencias familiares, huérfano de padre marinero a temprana edad, con una madre ausente, excesiva, confusa, problemas ecónomicos y la suerte de cualquier lado menos de cara.

Cuánto tiene de autobiográfica la novela no lo sabremos nunca. Lo que no se puede medir es la exactitud. El planteamiento impecable. El juego de secuencias y personajes que se relevan veloces en un escenario vital, disparatado por momentos, pero siempre acorde, bien construído y magistralmente narrado.

Yo no quería terminar de leer una historia que me ha recordado mucho al Quijote, a todos esos imposibles que les ocurren a las personas que tienen por penitencia la propia vida. El ambiente de novela picaresca, sin abusar del drama ni de todo lo contrario porque el ritmo narrativo, fácil, ameno, seductor e inteligente, te atrapa de modo irremediable, atraviesa varias décadas, pasajes históricos que nos asoman a lo que ancestralmente fuimos, somos y nunca dejaremos de ser.

La crítica, la doble moral, la pobreza acompañada de ironía y azar no pierden relevancia pero se parecen menos a un imposible.

Apuntaba antes un dato curioso, no quería terminar de leer aún faltándome apenas unas páginas para la conclusión, eternizaba el momento. Quizás porque hacía tiempo que como lectora no sentía esa especie de duelo ante la despedida de lo que realmente merece la pena. Quizás porque sé que tardaré en volver a encontrar algo así, canto rodado, juego perfecto, todas las piezas encajan, el malabarista sabe que ha triunfado con su función, que era exactamente eso lo que pretendía. Conmover. Cautivar.

Comencé la lectura lápiz en mano, barruntada, dispuesta a atrapar todo eso que una hubiera querido escribir, sentir, mostrar ya sin remedio... y abandoné el intento a las pocas líneas, puesto que no podía subrayar el libro entero, sin desperdicio.

El primer párrafo se presenta así:

"No sé si estará usted de acuerdo conmigo, pero creo que todos llevamos una triple vida, sustentada en tres pilares: lo que creemos ser, lo que quisiéramos ser y lo que en verdad somos. La mezcla de los tres elementos suele resultar bastante mala, aunque conviene mostrarse optimista y hacerse cuanto antes a la idea de quilibrar de la mejor manera posible esa conjugación desconcertante."

Afortunadamente Antonio es un tipo tranquilo, más bien sereno, que deja de sorprenderse por los bandazos de su destino.  De Ley. Predestinado para el fracaso. Que está vivo, que ha vivido y necesita contarlo.

Entre ese párrafo inicial y uno de los últimos:

"La existencia es un prodigio vulnerable: lo mismo la desbarata un virus que una pesadumbre, lo mismo una guerra nuclear que el caerte rodando por una escalera.  Y es que hay un momento en que, por una cosa o por otra, todas las vidas -incluidas las más dichosas y afortunadas- se echan a perder sin remedio."

No conocía a Felipe Benítez Reyes, no sabía que es Premio Nacional de Poesía (1996) o Premio Nadal (2007) entre otros, ni que tiene un blog titulado: "Mercado de espejimos" dónde escribe sobre la actualidad cotidiana y piraña. Puede que me connvenga creer que ha llegado a mi pequeño panorama literario cuando tenía que llegar... pero bienvenido sea, ya para siempre.

"ÚLTIMAS NOTICIAS DEL PARAÍSO"

"ÚLTIMAS NOTICIAS DEL PARAÍSO"

Con Clara Sánchez (Guadalajara, 1 de Marzo de 1955) he tenido encuentros y desencuentros. La he aplaudido ("Entra en mi vida", 2012), me ha decepcionado ("El cielo ha vuelto" Premio Planeta 2015) y hasta he sido incapaz de terminar una de sus obras ("Presentimiento", 2008). Osea, que cómo en casi todas las relaciones largas... ha habido tiempo para todo.

Lo que no se le puede negar es su capacidad creativa, la pluralidad de temas (nazismo, niños robados, adolescencias invisibles...)que la convierten en una autora de novelas insospechadas que despierta curiosidad. La curiosidad y la literatura son buenas compañeras, una lleva a la otra y si las expectativas se cumplen... se cierra el círculo. Fuegos artificiales.

"Últimas noticias del Paraíso" (2000) me ha parecido especial. Por el todo, por las partes, por la forma... no es sencillo escribir sobre adolescentes de clase media que viven en un urbanización a las afueras de una gran ciudad. La adolescencia son aguas pantanosas, ninguna se parece a otra y al mismo tiempo todas tienen características similares, pero si además es la narradora y protagonista de la historia...  el producto no puede ser cualquier cosa.

Y no lo es. El ritmo a veces parece ralentizado. Otras excesivamente rápido. En ocasiones brusco y rozando lo inverosímil... la trama lo requiere.

Eduardo y Fran son amigos, pertenecen a familias completamente distintas, abocados a entenderse por las circunstancias que les rodean y que ellos mismos provocan, pasan de la sencillez aparente de la niñez al terreno inhóspito de la adolescencia, que los catapulta hacia una edad adulta que no quieren habitar.

Cuándo Fran cumple trece años su madre dimite. Dice que ha perdido su juventud y se apea del carro de cuidadora. Fran falta a clase cuándo quiere y come lo que le apetece. Nunca pasa nada.

Pero sí pasa. Clara Sánchez apunta a lo escondido. A lo que palpita tras los muros del confort. Todas las paredes bien encaladas, todas las calles iguales, gimnasio, hipermercado, autobús propio, un lago, un parque, bicicletas... el decorado de una vida que exige ser vivida, que plantea retos, caos, posiciones... y hay que decidir.

Los chavales crecen condicionados por sus familias, por todo lo que no quieren y tampoco pueden evitar y se van distanciando, aunque hasta el final se eligen, han llegado a conocerse bien.

El misterio permanece bajo la tierra de la novela, no un misterio tradicional de los que deben resolverse cómo objetivo principal de la lectura, sino algo parecido a la inquietud, una cuerda floja, una desazón. En cualquier momento algo puede romperse.

Una historia que pretende la intrascendencia para tendernos una trampa.

Para sembrar la duda.

Convincente, emocional, dura, espontánea, viva, extraña... "Últimas noticias del Paraíso" tiene poso y es inteligente.

Esta vez también, Clara Sánchez.

"IRLANDA"

"IRLANDA"

Espido Freire (Bilbao, 1974) debutó en el panorama literario con "Irlanda" (1998). Auguraron lluvia de estrellas, los libreros franceses le concedieron el premio a la novela revelación extranjera, fue traducida a idiomas que parecen imposibles, cómo el neerlandés... un año después se convierte en la escritora más joven en conseguir el Premio Planeta y en la actualidad, celebrando el veinte aniversario dentro del panorama literario, publica un relato que va acompañado de un perfume: "Floral".

Todo esto resumiéndolo mucho y sin adentrarnos en detalles cómo su defensa animalista, su escuela literaria en Madrid, esos estudios de Derecho que más tarde abandonó y cambió por otros... en definitiva, Maria Laura Espido Freire es una novela en sí misma, una trayectoria que no se detiene, que indaga, cambia y se transforma.

Recuerdo perfectamente el gran momento de su Premio Planeta, recuerdo el título de la obra que la encumbró: "Melocotones Helados", sus apariciones estelares en entrevistas, tertulias, programas radiófónicos... pero sobre todo y aunque nunca antes la haya leído, haciéndolo "bien" esta vez y empezando por el principio, recuerdo su presencia, su tez palida y sus ojos grandes, profundos, de ávida lectora, de chica culta que no puede evitar parecerlo.

Prefiero llegar después de la fiebre y de las modas de los presentes rabiosos, si es que llego. Descubriendo una moderna librería de segunda mano que me han instalado, nada es casualidad, a escasos metros de dónde vivo y trabajo, topé con "Irlanda", nada es casualidad. Era un día de profunda niebla, pefecto para cobijarse entre libros.  Y ahí estaba, más al alcance que nunca, en una de esas colecciones como "Escritoras de hoy", sin la ilustración ni la encuadernación merecidas, pero al acecho.

Es una novela breve, o un cuento mágico que pierde nitidez y encanto si espacias su lectura.  Me recordó a estilos inolvidables, a envolturas que utilizaban señoras cómo Ana María Matute o Mercé Rodoreda, un poco sí, algo de reminiscencia y de poso.

Natalia es la mediana de tres hermanas. Tres niñas. La mayor, Sagrario, arrastra una enfermedad incurable hasta que muere una noche, junto a Natalia. Ésta, de una sensibilidad extraordinaria, ve a su hermana en sueños y sombras, lo onírico, el más allá, el presente, la noche, todo es una mezcla de límites indefinidos que la hacen sentirse aún más peculiar y extraña, en un momento en el que ella sólo quiere, aunque no pueda, ser una adolescente más.  Su madre decide enviarla a la casa familiar donde sus primos pasan el verano, allí los tiempos los marca Irlanda, su prima, acostumbrada a ser el centro de atención y a que nada se le niegue.

Lo mejor, cómo en todas las grandes historias, es el final, propio y propicio para el devenir de la historia, pero no por ello menos impactante.

El concepto del mal es ambiguo. Desarrollar este concepto, dejarlo flotar entre los tules de los vestidos, los jardines, el libro de plantas que colecciona Natalia, las velas, los salones y los secretos es una herramienta y un propósito que la autora trabaja delicadamente. Que nada es lo que parece y que todo pasa por algo. Que hay que leer entre líneas y ser conscientes de lo que somos capaces, sobre todo si el dolor no deja de latir.

Maneja la descripción del miedo, de la soledad y de la penumbra, cómo pocas.

No sé si me he topado con Espido Freire demasiado tarde o a tiempo.  Quizás haber empezado por el principio, ha sido, por primera vez, factor de éxito.  En cualquier caso, un placer.

 

 

"SER FELIZ ERA ESTO"

"SER FELIZ ERA ESTO"

Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967) se dio a conocer por escribir la novela que inspiró la magnífica película de Juan José Campanella:"El secreto de sus ojos".

Lo desconocía hasta topar con la portada amable y sugerente de esta novela de 2014, en la que Lucas y Sofía (padre e hija) están destinados a encontrarse, aunque él ignorase la existencia de su hija adolescente.  Lucas es un hombre tranquilo, un tipo pacífico, que ha publicado una novela pero no quiere ser escritor, con tres amigos anacrónicos que juegan al ajedrez y una compañera con la que decidió no tener hijos.  Sofía pierde a su madre y coge el autobús desde Gesell, un pueblecito costero que vive del turismo, para plantarse ante su padre y decirle que lo es. Una chica de catorce años directa, una superviviente, con amigas a las que trata sobre todo por internet, dos vecinas que la quieren y el mar. Ambos tienen el mismo lunar en el mismo lugar.

No sé cómo lo consigue, pero Sacheri hace que parezca fácil. Compone una historia sin tragedia ni dramatismos, en la que, los cambios en la vida de los personajes son brutales. Nadie queda indemne después de un terremoto o de algunas miradas. Aún así el ritmo de la novela, su sencillez y ese modo de acompañar a los personajes logran un clima especial traducido en una novela placentera, sin aspavientos, neta.

Ser argentino y escribir sobre emociones con los vocablos propios de tu lengua crea un escenario propio y muy característico en el que a los profanos nos cuesta un poco caminar. Al principio es cómo tropezar. Hay que releer. Después adquieres velocidad hasta que se arma el quilombo.

Aprender de Sofía, de la adolescencia en general, sin vivirla como una amenaza o un eterno conflicto, es una de las muchas cosas que nos enseña esta novela.

A querer más y mejor.

A escuchar.

Las zonas de confort no existen. Son un viejo sofá apolillado.

Con muy poco Sacheri nos prepara un menú de calidad.

Una historia que abriga.

"PIEL DE LOBO"

"PIEL DE LOBO"

Lara Moreno (Sevilla, 1978), la Lara Moreno de "Por si se va la luz" (2013) irrumpe con esta su segunda novela dónde afianza su intensa madurez narrativa y su particular estilo, ese que extrae el corazón de las cosas y te lo pone en la mano, víscera caliente.

Dos hermanas tan distintas, una casa de verano en venta, un niño, Leo,  una separación, una forma de entender la relación de pareja, dejar o que te dejen, una madre que ha rehecho su vida lejos, todo lo que pesa, todo lo que pasa...  A decir verdad poco importa el argumento, la historia más o menos común. La clave está en la manera de contarlo, en la metodología narrativa.

Lara Moreno respira, corre, envenena, salta, huye, perfila a los personajes de tal manera que hay que amarlos y odiarlos a partes iguales, entrometiéndonos en el atrezzo perfecto, en la palabra precisa, en todas sus miserias que son las nuestras.

Lara Moreno es una escritora absolutamente capaz, culta, recreadora de inquietudes, intensa, leal a un hilo narrativo que no se dispersa ni divaga, abrupta en ocasiones, convulsa pero propia, intimista, un mundo y un espacio concretos, un estilo, un hábitat... Todas esas herramientas tan difíciles de conseguir que hacen de ella, tras dos novelas, varios relatos y dos poemarios, una auotra de identidad relevante.

Leyéndola me acordaba lejanamente de Belén Gopegui (y para que a mí alguien me recuerde a Belén Gopegui hace falta más que mucho), el tono de algunas frases, la forma, el sentido... escritoras que no se detienen, que abarcan el tiempo, se comprometen. Y no nos dejan indemnes.

"Recuerdo que pasaron muchos años. Que yo me fui de casa a estudiar fuera y ser independiente, y mi hermana se quedó. Recuerdo que todo había cambiado ya para entonces. Yo había librado mis luchas y ella al parecer se contenía dentro de las suyas. Ya no éramos niñas, yo era muy joven y ella una adolescente. Recuerdo su cuerpo frágil y decidido, la redonda carne de sus mejillas, todavía calientes al menor contacto. Habían pasado tantas cosas como tantas cosas pasan en las familias hasta transformarlas. Ya no convivíamos en el núcleo organizador, ya éramos distintos racimos separados, aún cargados de la misma leche".(pág. 253)

Sofía y Rita, dos mundos, una raíz, supervivencia al fin y al cabo, mirar a la otra sin amenaza, sin duelo, poder reconocerse.

Es una novela actual que no se parece a ninguna, sin tópicos, tendencias ni lugares comunes. Extraordinaria y vital.

No se puede dejar pasar.