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Se muestran los artículos pertenecientes a Enero de 2013.

TRADICIONES

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No sé si lo siento o no... pero cada día me van menos las tradiciones por imperativo social, histórico y colectivo.  Genéticamente vengo de detestar estas fechas y yo no soy el eslabón perdido.  Quizás aborrecer las Navidades equivalga a lo mismo que dejarse conquistar por su espíritu... el caso es que las emociones y sus impulsos no entienden de peritaciones psicológicas, y yo prefiero la cena de cualquier día del año a las emblemáticas de estas fechas, desconfío de los buenos propósitos, de los brindis y de la gente que no está cuando debe (entrecomillado y subjetivo) pero sí entra en la rueda del amigo invisible cuando la ocasión lo requiere (de ahí los regalos que hay que cambiar inmediatamente porque se parecen tanto a tí como un zapato a una nuez) y las uvas de la Nochevieja ya hace tiempo que se me atragantan, así de entrañable es mi alma navideña, qué le vamos a hacer.

Rascando mucho algo bueno debe quedarme en el fondo, pues en estos días sigo recordando a mi gente con la misma sensación de afecto y gratitud de siempre.  Mi gente es mi gente a pesar de la Navidad.  Y de ahí que esta entrada sea para ellas y ellos, los que son capaces de leerme y mostrar con sus comentarios su parecer sobre mis relatos, los que me esperan, lo que hace tiempo que me conocen y aún así siguen cerca, con un abrazo oportuno, con la palabra precisa, todos ellos y todas ellas componen mi presente, el único tiempo que germina, el minuto contínuo, el hoy y el ahora.  A todos gracias por elegirme cuando el tiempo es breve y la vida corta.  Me convierten en alguien mejor.

El 2013, con toda su sarta de pésimas premoniciones continuará con la apisonadora que tan bien les está funcionando a los gobernantes que no elegí, pero no acabará con la energía que produce un encuentro fortuito o una cita cuidada, desconoce que tenemos el campo minado de correos electrónicos y sms que, independientemente de la forma avanzada y electrónica que tengan, son puro afecto, libertad emocional, y contra ello no hay bombardeo ni divide y vencerás que valga...

A pequeña, mediana o gran escala somos revolucionarios... qué menos.

Y sabemos lo que no queremos.

Somos gente fuerte.

Son mi gente fuerte.

Gracias.

01/01/2013 14:00 Puri Novella Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.

LA SERIE DE MI VIDA

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"Cuéntame cómo pasó" está en pantalla desde 2001.  Sus comienzos se centran en la plenitud de los 60, esa época dorada que añoro sin haberla conocido y cuya música me atrae y divierte como pocas cosas (la melodía de mi teléfono móvil es el genuino "Estando contigo" de Marisol, para chanza sin disimulos de quien me rodea).  En el primer capítulo Massiel ganaba Eurovisión y Carlitos, el hijo pequeño, ese que en la actualidad de la serie, ya centrada en los ochenta, tiene un pub y escucha a Gabinete y a Kaka De Luxe, era un crío de pantalones cortos que jugaba en el solar del barrio, dentro de la cabina de un camión abandonado, su hermana mayor trabajaba como peluquera pero quería ser hippy, la abuela suponía el cimiento principal sobre el que se asentaba la familia, la madre cosía pantalones en casa y el padre, ese siempre irresistible Imanol Arias, trabajaba en el ministerio y no tenía canas ni imaginaba entonces (posiblemente los guionistas tampoco) que acabaría siendo empresario, y un alto cargo de UCD con un hermano comunista, y unos amigos del barrio que nunca, a pesar de los pesares, dejarán de serlo.  También había un hermano mediano y periodista que en el último capítulo retransmite ni más ni menos que el golpe de estado del 23F, y que al principio tiene un lío con una vecina de la edad de su madre y después otro con una compañera de Universidad de familia pudiente, y Toni no les gusta, y su amor, porque esto es una serie que se parece mucho a la realidad, es imposible.

En once años de capítulos han pasado demasiadas cosas, es televisión, y se han intensificado y dilatado las historias de manera extraordinaria (de hecho la abuela tendría que haber rebasado su primer siglo hace tiempo, y ni por la hija pequeña ni por la mayor pasan los años, han vivido un corralito, un querer y no poder que les llevó al barrio de Salamanca y a tener muchacha de servicio, para tener que regresar con las orejas gachas al minipiso de San Genaro, Ana Duato, ideal es su papel de Mercedes, ha sobrevivido a un cáncer, a una tienda de ropa, a la peluquería, al infarto de su marido, a su carrera tardía de económicas, a su nieto, ese hijo de un ex-cura y de su hija mayor que también pasó por la adicción a la heroína...), en fin, que los guionistas han ido tirando de un hilo productivo, porque la historia de Los Alcántara ha rebasado todos los índices de audiencia.

Si interesa tanto y después de tanto tiempo ha de ser por algo.  A mí me recuerda, de una manera calcada, episodios de mi infancia y mi adolescencia, detalles que se quedaron en la trastienda de la memoria, y que han vuelto como una ráfaga, impulsados por el "Cuéntame": los olores, las calles, el mercado, los balcones, la vida de barrio, las tiendas, los bares, la indumentaria... el trabajo de la serie es de una recreación fiel.  Creo que necesitábamos este repaso histórico, este ejercicio de volver atrás a perdernos en los detalles, a revivir ciertas emociones que, personalmente, me han hecho muchas veces, reir y/o llorar con los créditos finales.

La interpretación en general me parece magistral, se han convertido en gente de casa, personajes del alma similares a alguien que conocimos, a alguien que fuimos.

No sé qué resortes toca, puesto que hay a quien esta serie ni le convence ni le mueve nada, pero a mí me cautiva, me conquista, me la creo, y la espero y la pienso, como algo que forma parte de mi vida.

El último capítulo (el primero de esta temporada) se centra en el golpe del 23F de 1981 (a propósito de semejante hecho recomiendo, para reconstruir con exactitud lo que ocurrió y comprender algunos porqués, "Anatomía de un instante", de Javier Cercas), y sentí de nuevo, como en otros jueves frente al televisor, ese vértigo en la boca del estómago al empatizar con la incredulidad, el miedo, la espera, ese modo de escuchar la radio y de asomarse a la ventana... llenar la despensa como si se acabara el mundo, y aparecer por las pupilas de la gente mayor el fantasma nunca extinguido de nuestra maldita guerra...

Al equipo entero le doy las gracias porque han conseguido una serie de calidad centrada en un contexto socio-político de una época crucial, retratada con una fidelidad y un respeto conmovedores.

Sentiré que se acabe, se apoya mucho en la nostalgia y conmigo tienen presa fácil, quizás me compre los DVDS, cómo les explico yo si no, a los que vienen detrás, que existió la mili, los parroquianos de siempre en los bares, la militancia de parroquia, los seiscientos, las vespinos, los autobuses que llegaban hasta los pueblos con el equipaje dando botes en la parte superior, los TBO, Elena Francis, Enrique y Ana, madalenas de horno, los grises, los rojos, los cuadros en el salón con venados perseguidos por perros dálmata atravesando un río, sin teléfonos móviles, ni PSP, ni Wii... otro mundo vaya, otro mundo diferente... si me hago con un soporte gráfico podrán creerme mejor y antes... yo seguro que me enrollo, y me dejo cosas importantes.

"Cuéntame cómo pasó" es tan real como lo fue entonces la vida, y nuestra manera de adaptarnos a ella.  Y se agradece el detalle, y el buen hacer.

12/01/2013 20:12 Puri Novella Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.


"VIEJO CABARET"

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"Es sin duda el momento de pensar

que el hecho de estar vivo exige algo"

 ("Arte Poética"-Jaime Gil de Biedma)

 

 

Siempre es verano

en los rincones perennes

del pasado.

 

Un verano amable

teñido de amapolas,

girasoles y avenidas,

con exceso de tiempo,

márgenes y deudas.

 

Un lugar

que no se parece a ningún otro,

que no espera

ni sirve de consuelo.

 

Lo peor del verano

es que no puede ser.

Los días largos

fallecen

como se extingue

la arena de la playa

pegada en los zapatos.

 

Después el frío,

el silencio de los teléfonos,

el silencio de los salones,

el silencio sin arco-iris

de las piscinas vacías,

de los kilómetros recorridos,

de la ausencia.

 

Nos convertimos en algo

que no se parece a lo que fuimos

y que procura no tener memoria.

 

En la memoria siempre hace frío.

Los decorados son de papel

y las bombillas de colores,

como en un viejo cabaret.

 

A pesar de la mentira

lo que se quedó atrás resulta

soportable

y hasta conviene,

si se compara a veces

con este

País de Nunca Jamás

también llamado

presente.

 

 

18/01/2013 20:00 Puri Novella Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

SE NECESITAN BOTAS DE AGUA QUE ME SOPORTEN

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Era invierno sin contemplaciones.

Aquella mañana también.

Incluso llovía.

En la ciudad, la lluvia siempre resulta inoportuna.  

Las calles olían a plomo, y aunque apenas había comenzado, aquel ya parecía un día vencido.  Brotó en mí el deseo compulsivo de volver a casa, bajar las persianas y meterme en la cama hasta que saliese el sol, pero hace ya tiempo que tengo domesticado al deseo.

Me detuve en los cruces a mirar las puntas empapadas de mis zapatos.  Unos pies húmedos pueden suponer el principio pequeño de un fin pequeño, algo más que un contratiempo y menos que una ruptura, cercano al desamparo.

Levanté la vista un instante en el que el agua colgaba de mi flequillo y me topé con el umbral de tu sonrisa.  Estaba ahí.  Junto a la ventanilla del autobús, seduciendo a alguien, las coordenadas exactas, el eterno dibujo.

Porque con el tiempo, los muros, los caminos y hasta las palabras se desvanecen, mientras algunos reductos permanecen inquebrantables, garantizando el pasado como un pedazo de tela prendido en una rama.

Era el umbral de tu sonrisa viajando en autobús, a pocos metros de mí, separado por un cristal donde los niños escriben sobre el vaho su nombre del revés.

Cambió el semáforo.  Sonó un claxon y luego otro.  Hubo un amago de caos urbano en la mañana recién estrenada.  El autobús pudo avanzar con tu presencia dentro, con tus gestos de hombre convencido, con tus manos tercas, desprendidas de tiempo.

Alguien me empujó.  Pisé de nuevo otro charco.  Qué poco pesa un cuerpo con memoria, qué fácil se maneja, se aparta de la circulación.

Memoricé de repente la lista de la compra, la agenda del día, las pequeñas tareas pendientes que te conducen al decorado de la verdad, que se parecen a una casa, a un perfil frente al espejo, a un carnet de identidad.  Y me puse en marcha como un muñeco de cuerda.

El umbral de tu sonrisa me sirvió para dejar de contar con los dedos.

Para relativizar la lluvia.

Para pensar que todo está bien mientras sigas sonriendo igual.

Hace tiempo que no te extraño, que no te echo de menos, y ese ejercicio físico y matemático descarta el factor sorpresa, la brusca mañana de invierno, la lluvia que me oprime en la boca del estómago y se mete a revolver mis trasteros.

Verte es que existas.  Que en alguna parte alguien te esté esperando y sepa de tus manías, que programe un reloj de cocina y unas vacaciones azules, con mar, y pies pequeños envueltos en sábanas blancas.  

Recordar lo que no fuimos se parece a lo que somos, a nuestro sitio.

Al mío le hacen falta como el comer unas buenas botas de agua.

30/01/2013 13:47 Puri Novella Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

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